Su nombre era Dalesio y había llegado a Mendoza desde Ecuador con un propósito, perfeccionarse en sacar melodías de una guitarra.
Estaba a medio camino de los treinta años y era un intérprete de primera gracias a sus estudios en la Escuela de Música de Guayaquil donde había obtenido el título de concertista de guitarra.
Pero no estaba conforme, buscaba algo más porque sabía que lo había.
El viejo profesor que lo llevó hasta allí, sabedor de guitarras, le indicó que sus pretensiones tenían dos destinos: España, y si le parecía lejos Europa, la otra era Argentina, la elección quedaba en él los resultados serían similares, no habría diferencias.
Se interesó por Argentina y el maestro le aclaró que tenía que viajar a Mendoza, un destino desconocido para él.
No conforme esperaba algo más de la información, entonces su mentor le aclaró como para despejar dudas: “En Mendoza los guitarristas tienen como maestros a los ángeles y por eso son las mejores guitarras”, y añadió: “Usted puede ser alumnos de esos ángeles y logrará lo que tanto anda buscando”.
Dalesio me contaba con naturalidad la aventura ante mi sorpresa e incredulidad unos minutos antes de disponerse a salir a su clase en la Escuela de Música de la Universidad Nacional de Cuyo.
¡Hum! Eso de mi incredulidad no sería por aquello tan viejo de “(…) que va a ser así, si es del barrio”.
Armando A. Rivera. DNI 6.884.128