Con respecto a la nota de la historiadora Fabiana Mastrangelo sobre el doctor Carlos L. de la Rosa, publicada en este diario el 11 de mayo pasado, debo decir primero que comparto todo lo expresado allí.
Me detengo justamente donde se recuerda la última dictadura cívico militar (1976-1983), cuando estaban prohibidas las reuniones políticas. Una práctica constante era la persecución, detención y en algunos casos, hasta la muerte.
Para salvar este tipo de situaciones, el doctor De la Rosa nos atendía a los perseguidos, militantes y cesanteados por el régimen en la sede de la Central de Acción Social y Adoctrinamiento (CASA), en una vieja casona de calle San Juan 742, de ciudad, que luego dinamitada por las fuerzas represoras, hecho en el que salvamos nuestras vidas y la del propio De la Rosa de manera milagrosa.
Es un hecho poco difundido, y poco conocido por quienes no quieren recordar esos trágicos años y hoy se rasgan las vestiduras hablando de democracia.
Javier Nelo Aciar. Ferroviario jubilado. DNI 6.894.925