Encontré un artículo del Diario Los Andes de Agosto/2018 llamado “El triunfo de la oclocracia en nuestro país”, donde su autor, Felipe Humberto Rizzo, manifiesta que “la Oclocracia se produce cuando la democracia se mancha de ilegalidad, violencia y corrupción de su clase dirigente. Y que Jean Jaques Rousseau la define como la degeneración de la democracia”.
En otros libros se lee del gran retroceso que comenzó en Argentina por la década de 1980 con su detenimiento económico y social mientras el mundo avanzaba a pasos agigantados.
Hoy tenemos según los índices de INDEC el 40,6% de pobres – un desempleo de 9,6% - una inflación de más del 3 % mensual… Luego surge pensar ¿Qué nos pasó? ¿No éramos la Argentina potencia? ¿No habíamos nacido para triunfar?
Montesquieu decía que cuando se desvían los valores fundamentales como la libertad, el pluralismo, la veracidad, la transparencia y la posibilidad de no castigar a quienes se desvían de esos valores, la democracia se debilita.
A diario percibimos que hay un desinterés popular por la vida pública, como una falta de compromiso con las ideas y las palabras, síntoma de nuestro colonialismo.
Por lo tanto esa insensatez de no llevar a castigar la corrupción nos acerca a una Oclocracia o sea a una fragilidad de la democracia.