De niño, en el atardecer de los sábados estivales, íbamos a una casona señorial de adobe en la famosa Cañadita Alegre, a metros del carril Nacional y nos aventurábamos por el zaguán decorado por fino paisajes a gozar de folklore “en vivo y en directo”.
Era la casa de don Hilario Cuadro donde se reunían Los Trovadores de Cuyo y otros violeros en la galería que daba a un inmenso jardín lleno de flores y frutales.
Muchos años después, cuando era intendente de Guaymallén el comodoro Ahualli, su secretario Ramis Vaquer, amante del arte, propuso que la casa de don Hilario se transformara en la “Casa del Folklore Cuyano”. Una idea grande y valiosa.
Ya don Hilario no vivía y la vivienda tenía nuevos dueños y estos se enteran del proyecto que era eso, un proyecto y nada más y, temerosos de una expropiación negativa a su inversión, tomaron una medida increíble por lo mezquina y procedieron a demolerla. Allá íbamos a buscar un adobe para el recuerdo.
El terreno, muy grande, hoy es una estación de servicio –todavía conserva una palmera del aquel jardín-, y el resto una piscina de rehabilitación.
Una pérdida irrecuperable, que por incomprensión e ignorancia se perdiera un acerbo tan valioso de nuestra cultura.
¡No se levante don Hilario!