Por fin, después de tanto tiempo, de tantas décadas de esconder la verdad, los acontecimientos ocurridos en los últimos meses, es decir, el renacer de la doctrina liberal devenida con el nuevo gobierno, es un verdadero milagro que ha comenzado a correr el velo y, lo que es más importante, a corregir la realidad económica del país. Porque siempre hemos estado detrás de una máscara, de una fachada, de una ilusión falsa, admitiendo nuestras propias mentiras. No se puede vivir por siempre, en una familia ni en un país, gastando más de lo que ingresa, es decir, vivir pidiendo prestado o emitiendo moneda para ese fin, tal como lo ha hecho el Estado hasta ahora.
Las políticas implementadas en los últimos 80 años, salvo raras excepciones, estuvieron fundamentadas en un dañino estatismo y populismo causantes del déficit fiscal, la deuda y la inflación. No se puede soslayar, tampoco, la influencia del importante nivel de corrupción institucional e indecencia social. Así lo demuestra la historia ya que nuestro país, desde finales del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX, se mantuvo entre las seis naciones más ricas del mundo y, en la actualidad, estamos en un lamentable puesto sesenta y seis.
Como consecuencia de esta situación calamitosa, quizá podamos entender que el nivel general de vida que tenemos en el país no es cierto ni sostenible, es precario y artificial. Para ser sinceros, entonces, hay que reconocer que deberíamos ser más pobres, pretender menos beneficios, no pedir prestado, gastar solamente lo que se recauda y, a partir de ahí, recomenzar a andar el lento camino de la prosperidad y la decencia, el que se abandonó hace tantos años. Lamentablemente, es una pesada deuda de la sociedad que nos toca a todos compartir.
* Leo Lardone. DNI 8.030.088.
