Las encuestas permiten obtener información de grupos poblacionales.
Son utilizadas tanto por empresas como por quienes tienen otras inquietudes, mediante muestreos.
En realidad, nuestra vida gira alrededor de las muestras.
Al tomar un café, probamos primero un sorbo, cuidadosamente, para verificar que no está demasiado caliente.
Probamos un pequeño trozo de cualquier alimento y concluimos si nos gusta o no, etc.
Para ser válidas, es decir, medir lo que se quiere medir, las encuestas deberían contemplar una correcta metodología.
Hay estudios probabilísticos y no probabilísticos.
Los primeros exigen métodos de selección de encuestados aplicando procesos aleatorios.
Ello permite determinar objetivamente el nivel de exactitud o precisión, o sea cuál es la aproximación que se aspira a lograr al valor real.
Se expresa como un intervalo, agregando y restando un valor al resultado.
Este proceso se logra, además, con un cierto grado de “confianza”, generalmente un 95% que implica que en 95 estudios de cada 100 que realicemos con esta metodología lograríamos estimar correctamente la variable pertinente.
Los enfoques no probabilísticos no logran normalmente obtener muestras representativas de la población.
Así, por ejemplo, las encuestas en la calle, que suelen ser calificadas como “lo que piensa la gente”, tienen un valor informativo insignificante.
Veamos los pasos que deben contemplarse:
1. Determinar los parámetros pertinentes.
Veamos un ejemplo: Si queremos determinar que marca de vino prefieren los consumidores no es útil una pregunta general, sino que hay que especificar si es la preferencia para consumo en el hogar, o cuando se reciben visitas (quizás algo mejor que el habitual) o cuando se concurre a un restaurante (bajando el nivel, cuidando el precio).
2. Determinar la población y el marco adecuado en que se realiza el muestreo: éste es el aspecto clave, es decir, de donde y como se obtienen los datos.
El marco de referencia debe representar a los miembros de la población.
Lo ideal en las encuestas electorales es el padrón de electores.
Este enfoque implica seleccionar una muestra de ese padrón y lograr un contacto, idealmente en forma personal, visitando a cada integrante de la muestra seleccionada.
Es, entonces, un método adecuado, pero más caro.
¿Por qué fallan las encuestas políticas?
Los llamados telefónicos, generalmente a celulares, no logran una muestra representativa de la totalidad de los electores.
Además, se estima que apenas un 10% de los contactados accede a responder a un interlocutor automático, realizado con computadoras, que sube al 15% cuando interviene un operador.
Entonces, si los que no contestan piensan o actúan diferente de los que contestan, se produce otra distorsión.
Puede ocurrir que los que contestan estén más interesados en la política, tengan más tiempo o cualquier otro factor diferencial.
Ante la necesidad de proporcionar informes, las consultoras proceden proporcionando resultados como si hubieran obtenido un 100% de respuestas válidas, suponiendo que los que no contestan actuarían o responderían igual que los respondientes.
Si esto último no se cumple, surge un factor adicional de error.
* El autor es Profesor Emérito UNCuyo.