Mendoza tuvo su “piedra movediza” que no trascendió en el tiempo a pesar de su fama. En la “Nueva Ciudad”, un barrio lento de los que se hacen al rescoldo, está la calle Tropero Sosa, que haciendo esquina con el Carril Nacional, existía en la vereda sur un garaje donde funcionaba la relojería de don Zenón. Sabíamos visitarlo por sus sabrosas historias y mirar un inmenso búho sobre una gran piedra que nos seguía con su imparable mirada, luego seguía la bicicletería Facio, y quimera del club Platense, y llegando a la esquina de Cañadita Alegre, en un enorme caserón de adobe estaba “La piedra movediza” con su alcurnia creada por su historia.
El relojero contaba que ya a fines del 1.800 había sido una importante posta, que tomó su nombre de tres grandes rocas ubicadas al frente, una plana que los parroquianos usaban de asiento y que basculaba suavemente. Cuando la conocí era un simple almacén sin recuerdos
La cocina de la posta, era “ecléctica” pero famosa, destacándose, la sopa de verdura “con porotos pallares”, puchero con osobuco y generosas “tumbas”, un guiso carrero con cueritos y carne de cerdo, y costillares a la llama. Deleites que se acompañaban con un buen vino “carlón”, servido directamente del espiche de la vasija.
Agregaba el amigo, que los comensales no bajaban de 20 a cualquier hora, y la Cañadita se llenaba de carros, carruajes. Es que era “La piedra movediza” …
Antonio Armando Rivera. DNI 8.884.128