Con frecuencia oímos o leemos que el problema principal de la política de nuestro país es que no contamos con verdaderos estadistas.
Se suelen mencionar algunos gobernantes del pasado, más o menos lejano, que ahora son considerados estadistas. Tal el caso, en los últimos años, del doctor Arturo Frondizi, presidente entre 1958 y 1962.
Ocurre que tampoco se precisa demasiado qué se considera un estadista. De lecturas de la larga cuarentena me permito citar estos conceptos de Henry Kissinger, que fuera asesor y secretario de Estado en las presidencias de Richard Nixon y Gerald Ford, quien ha cumplido 97 años de edad recientemente: “La tarea del estadista es tratar de moldear los acontecimientos de acuerdo con una visión de futuro, con la fortaleza moral necesaria para actuar con intrepidez, aun cuando no se cuente con el consenso de mayoría y cuando no sea posible lograr ninguna certeza.... La tarea de un líder es llevar a su gente de donde está, hasta donde no haya llegado nunca”.
Mientras los gobernantes y opositores sólo miren las encuestas para hacer “seguidismo” de una opinión pública cada vez más pobre, difícilmente surja algún estadista.