Una vez más mi desayuno con la lectura del diario Los Andes me llena de recuerdos y nostalgia. Esta vez fue la nota “San Francisco del Monte”, historia relatada por el periodista Francisco Guerrero. En un segundo recordé Jesús Nazareno.
Leí con interés los datos que yo desconocía pero no podía dejar de pensar en la Escuela Nacional Nº 24 donde inicié mi trabajo como maestra suplente. Funcionaba en una antigua y típica edificación de adobe. Nunca pregunté a quién había pertenecido, si era donada o alquilada. Lo único que me llenaba de alegría era saber que iba a ser por todo el año lectivo maestra de cuarto grado. El año siguiente tuve la suerte que me designaran nuevamente pero en tercer grado.
Tal vez muchas jóvenes docentes de hoy desconocen qué significaba ser suplente nacional: en esa condición pasé 7 años, el primer sueldo llegaba desde Buenos Aires a los 4 meses de iniciada la tarea y no se podía pedir licencia. ¡Asistencia perfecta! porque si no se perdía el cargo. La salud...bueno había que aguantar cualquier malestar...
La escuela contaba con un material didáctico mínimo. Mi padre me hacía los mapas a escala de Mendoza y la República Argentina. Mi madre forraba las libretas de calificaciones de los alumnos.
Las docentes tenían que dar, cada tanto, conferencias sobre temas de interés para los padres en día domingo... Los actos escolares se realizaban el mismo día que indicaba el calendario y generalmente se continuaba con un asado con cooperadora y Club de Madres.
Pasaron 60 años, era una adolescente.