El Tropero Sosa

El autor de la nota escribe una pequeña historia sobre el Tropero Sosa y su encuentro con San martín.

El Tropero Sosa
Imagen ilustrativa / Gentileza

En su libro titulado “Pedro Sosa un hombre de palabra”, el doctor  Enrique Sosa Ardite, nos da una semblanza de ese hombre, que desafiando tormentas, sin descanso, viajando día y noche, le cumplió al General San Martín, llevando en 41 días, los pertrechos de guerra que necesitaba.  Hacía tres años que se estaba preparando el ejército libertador y era necesario pasar a Chile para libertar ese país. Paso imprescindible para luego libertar Perú del dominio español.

Se acercaba el invierno y necesitaba en forma imprescindible, cruzar la cordillera en verano. La nieve haría muy difícil o imposible dicho cruce, cuando llegara el invierno y las primeras nevadas.

El General San Martín llamo a todos los troperos que había en Mendoza y a su convocatoria, acudieron una docena o más. Todos le informaron que en menos de 90 días era imposible ir a Buenos Aires, cargar las carretas y regresar a Mendoza. Uno sin embargo, le dijo: mi general yo le traeré todo lo que necesita en 41 días. Era el tropero Sosa, que de inmediato se puso a armar el viaje.

Sus peones iban delante de posta en posta, alertando que llegaría Pedro Sosa para cambiar bueyes y mulas que tenían que tirar sus carretas. No era sencillo viajar por esos lugares. Más de 300 leguas separaban la Capital de Mendoza. No existían los caminos y solo las estrellas de noche o los baquianos de día, podían adivinar la huella que llevaba a Buenos Aires y poder traer las armas, pólvora, fusiles, cañones y demás cosas que requería el ejército para acometer el gran reto de libertar a tres naciones.

Salió el Tropero Sosa al frente de sus carretas y reventando bueyes y mulas, el día 41 llegaba a Mendoza.

Una gran polvareda precedía las carretas y San Martín fue despertado para advertirle que posiblemente el Tropero Sosa llegaba. El general se levantó con ropa de paisano.

Cuenta Sosa Arditi que lo vio llegar, “era un hombre de tierra, camino, sol y sudor. Los bueyes detuvieron su andar a pocos pasos. El General de acercó.  Dos ojales pardos eran los ojos de Pedro Sosa, un ojal más grande, blanco, su sonrisa. Bajó y se cuadró frente a San Martín, como un soldado: Aquí tiene su carga señor. San Martín asombrado y muy contento le dijo ¡amigo Sosa, cuarenta y un días, mi amigo. Usted si que sabe cumplir su promesa. Fue entonces cuando el Libertador le preguntó ¿Qué se le debe mi amigo?. Don Sosa lo miró con lentitud de buey: lentamente le contestó ¿Qué le parece un abrazo, general?. Entonces el sol salió con ganar, sin dudas, era un nuevo día”.-

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