Nuevamente los ciudadanos hemos visto abochornados el lamentable espectáculo de la juramentación de senadores y diputados de la Nación porque hemos tenido que soportar fórmulas contrarias a los Reglamentos de ambas cámaras las que conocemos como Honorables.
Esta honorabilidad y los reglamentos se ven repetidamente mancillados por elementos burlones, payasescos y transgresores de la ley, al proferir supuestos juramentos en nombre de diferentes personajes y situaciones ajenas a la labor parlamentaria que su elección los obliga. Más aún cuando se presentan a la Cámara desharrapados opuestos a la dignidad de la ceremonia. Hubo el caso de una mujer que ni siquiera juró, sino que “se comprometió”, seguramente anunciando la ruptura inminente de su obligación con la ciudadanía que desdichadamente la eligió.
Esto debe acabar, pues en puridad de la ley, esos “juramentos” al no corresponder con los estatuido por los reglamentos que son leyes de la República, son inválidos. Tales comportamientos deleznables y ofensivos para la ciudadanía, no hacen más que evidenciar la pobreza intelectual y moral de los sujetos que asumen el estado parlamentario y la consiguiente miseria de los partidos políticos que los cobijan y presentan a elecciones.
Estoy seguro que a los ciudadanos que tenemos en alta consideración la representación nacional, las actitudes de aquellos individuos nos provocan paradójicamente, por un lado, pena por la decadencia moral e intelectual en que hemos caído cono nación, y por otro lado risa, pues sabemos que la conjunción de la épica con el ridículo son un mecanismo infalible de la técnica del chiste.
Carlos Pérez Salinas . DNI 18.905.369.