Hace tiempo que los municipios realizan una suerte de competencia, para ver cual tiene más kilómetros de ciclovías.
No obstante, la existencia de ciclovías en distintos sectores de las ciudades del área metropolitana, los ciclistas circulan alegremente por las veredas, con gran riesgo para los peatones.
Es así que ingresan a las veredas por los accesos de discapacitados, a la misma velocidad que vienen de la calle. Lo más sorprendente, es que se sienten con derecho a circular por el lugar prohibido, sin el más mínimo respeto por el peatón, que es precisamente, el que tiene derecho a circular por la vereda.
Y si un peatón llega a ser embestido por un ciclista que circula en infracción, es prácticamente imposible que pueda formular algún tipo de reclamo por los daños que llegare a sufrir, al no ser posible identificarlo. Probablemente el peatón quede tendido en el piso lesionado o lastimado y el ciclista “anónimo” se montará a su bicicleta y continuará su marcha, a pesar del daño causado.
Pero la falta de “identificación” del ciclista, no es la única infracción que cometen, pues el artículo 44 de la Ley 9.024, exige que el ciclista lleve casco y que la bicicleta tenga luz blanca adelante y colorada atrás.
Ni siquiera las bicicletas de la Policía tienen luces.
Considero que todo lo señalado, hace que nuestros legisladores provinciales y municipales dicten una normativa que obligue a las bicicletas a tener una patente y que haya controles de normas de seguridad de las bicicletas (luces) y que se cumpla la prohibición de circular bicicletas por veredas.
Raúl E. Correa. DNI 11,264.365