El botulismo “habitual” se produce al ingerir conservas mal hervidas (no esterilizadas) del bacilo -Clostridium botulinum- que habita nuestros suelos. El bacilo libera su toxina en la lata o frasco que al llegar al intestino paraliza la musculatura, sobre todo la respiratoria, pudiendo causar la muerte si el enfermo no es tratado oportunamente.
Los bebés menores de un año tienen una flora intestinal diferente a la del adulto– que hace que las esporas (formas de resistencia que hay en el suelo) puedan “germinar” en su intestino y liberen la temible toxina. Los lactantes no ingieren conservas pero en ellos hay que extremar el cuidado con los utensilios, mamaderas y manos para eliminar cualquier espora. Se aconseja no dar miel en el primer año de vida porque puede estar contaminada con esporas del suelo.
Síntomas: llanto débil, se mueve poco o no puede moverse, sus pupilas no responden a la luz (no se contraen). El 1982 describimos el primer caso en Argentina junto con los integrantes de la cátedra de Biología de la UNCuyo.