Fue noticia, de las más desagradables de los últimos tiempos, que el embajador argentino en Chile, Rafael Bielsa, se presentó ante el tribunal chileno que veía la petición del “mapuche” Jones Huala para gozar de libertad domiciliaria en cumplimiento de su condena judicial.
Bielsa desconoció la ley argentina que permite la asistencia consular de ciudadanos argentinos en situación judicial en el extranjero. Bielsa no es cónsul, es embajador. Se presentó para defender a un argentino que niega a su país. Jones Huala, terrorista, dice procurar la instalación de un Estado mapuche en el sur argentino y chileno, aduciendo que los mapuches son “pueblos originarios”.
Serán originarios en Chile, donde siempre residieron, conforme los estudios del antropólogo Rodolfo Casamiquela, quien además demostró que los mapuches o araucanos como los llamaban los españoles, invadieron desde la Capitanía General de Chile, a territorios del Virreynato del Río de la Plata, en el siglo XVIII, exterminando a poblaciones tehuelches, que sí son originarios de lo que hoy es Argentina. En otras palabras, Bielsa defendió a un terrorista incendiario que niega a su nacionalidad argentina, cometiendo así, Bielsa, un flagrante delito de traición, indigno de su condición de embajador. Habría que averiguar si el Canciller y el presidente de la Nación, quien conduce la política exterior del pais, estaban al tanto de la audacia del embajador. ¿Habrá Bielsa reflexionado acerca de la enormidad de su estropicio? ¿Tan profundo es su fanatismo? O tal vez, su accionar sea producto de un precoz deterioro cognitivo. En cualquier caso, debe quedar imposibilitado para ejercer una embajada o puesto oficial.
