Si hay un secreto de buen éxito en la vida, reside en la capacidad para apreciar el punto de vista del prójimo y ver las cosas desde ese punto de vista como si fuera propio.
El gobernante que puede ponerse en el lugar de los demás, que puede comprender el funcionamiento de la mente ajena, no tiene por qué preocuparse por el futuro.
Todo gobernante debe comprender lo que el pueblo quiere, y preguntarse cómo puedo vincular lo que yo quiero con lo que ellos quieren.
Es fácil el pueblo quiere paz y bienestar.
El gobernante que no se interesa por su pueblo, es el que tiene dificultades y causa las mayores heridas a los demás.
Pero interesarse de verdad, no solo cuando hay elecciones que comienzan con regalos y dádivas para que los voten.
Solo debe despertar y ver lo que el pueblo quiere y necesita. Forjándole a la persona la idea de lo capaz que es, de lo empeñosa, lo útil que desea ser y esa idea la irá transformando poco a poco en el individuo útil y necesario para la sociedad.
Sea un buen oyente, trate de alentar al pueblo a hablar de cuáles son sus necesidades y trate de solucionarles sus problemas, pero no con regalos.
Trate de que la gente del pueblo se sientan que son lo más importante que tienen, y demuéstreles mucho respeto por las opiniones que tienen...
Deje que ellos hablen más y que crean que cualquier idea que surja es de ellos.
Apele a los motivos más nobles. No se ofusque por las ideas que le planteen, y piense que si usted estuviera en el lugar de ellos, no tendría ninguna duda de qué pensaría lo mismo.
Si usted cree que es necesario cambiar a cierta gente, hay que elogiarla hasta la menor mejora, porque esto hace que quieran seguir mejorando, y es una forma de estimular a la gente hacia el triunfo
Si la gente se siente feliz no tenga ninguna duda que siempre lo apoyará.
Procure que el pueblo se sienta feliz al hacer lo que usted sugiere.