La esclerosis múltiple es una enfermedad neurológica crónica, de naturaleza autoinmune, que afecta al sistema nervioso central, es decir, al cerebro, el tronco cerebral y la médula espinal. Es la consecuencia de la lesión de la mielina (sustancia que recubre las fibras nerviosas) en diferentes momentos y en múltiples localizaciones. Esto hace más lento el cerebro o bloquea los mensajes entre éste y el cuerpo.
El pasado miércoles 30 de mayo se conmemoró su día, ya que la Federación Internacional de Esclerosis Múltiple (MSIF) definió al último miércoles de ese mes como Día Mundial de la Esclerosis Múltiple, con el objetivo de concientizar a la sociedad.
Se trata de una patología considerada multifactorial ya que, sobre una predisposición genética (no hereditaria), actúan diferentes factores ambientales. Hay componentes conocidos como el efecto de la vitamina D, el hábito de fumar, la relación de distancia respecto al eje del ecuador y probablemente otros que no conocemos aún, que en personas susceptibles genéticamente activarían la enfermedad.
Hoy en día, la esclerosis múltiple se ubica como la segunda causa de discapacidad neurológica en adultos jóvenes, después de las lesiones traumáticas de cerebro y médula espinal por accidentes de tránsito. Su diagnóstico suele darse entre los 20 y 35 años, siendo más frecuente en mujeres (relación 3 a 1 respecto a hombres).
Sus síntomas dependen del área del cerebro o de la médula que se hayan visto afectados. Cada caso es único, y por esto en el mundo se la comenzó a llamar "la enfermedad de las mil caras". En algunos pacientes aparecen y desaparecen en forma de brotes, y en otros se dan en forma progresiva. Dependiendo de qué tan avanzada esté, los síntomas pueden ser:
- Pérdida de la fuerza muscular y destreza.
- Pérdida de la visión, generalmente de un ojo, en forma rápida y con dolor al movilizarlo.
- Visión doble.
- Adormecimiento u hormigueo en alguna parte del cuerpo.
- Problemas en el equilibrio.
- Fatiga o cansancio.
- Problemas de memoria y concentración.
- Rigidez y dolores en el cuerpo.
- Trastornos urinarios y sexuales.
El diagnóstico de la esclerosis múltiple es complejo y el papel del neurólogo especialista es clave. Consiste en demostrar que se han producido dos o más brotes en diferentes localizaciones (diseminación en espacio) y en diferentes momentos (diseminación en tiempo). Para esto, se combinan evidencia clínica de imagen y de laboratorio.
Si bien actualmente no existe una cura definitiva, hay que tener en cuenta dos pilares fundamentales para su tratamiento: el farmacológico y la neurorehabilitación. En los últimos años hubo un cambio sustancial en la evolución de la enfermedad, gracias a la aparición de nuevos fármacos que consiguen modificarla. Existen 12 drogas para el tratamiento de los brotes-remisiones, todas disponibles en la Argentina.
En cuanto a la neurorehabilitación de la esclerosis múltiple, es de vital importancia la realización de un trabajo profesional conjunto entre disciplinas. Se necesita conocimiento de los aspectos clínicos particulares de cada caso, identificando las limitaciones que ocasiona, relevando las expectativas y las necesidades de la persona, enfatizando la inclusión en las redes de apoyo familiar, comunitario y laboral.
Hay que tener en cuenta que las necesidades de los pacientes han cambiado en los últimos años: hoy son partícipes en la planificación de su futuro, procurando disminuir las limitaciones que le ocasiona la enfermedad en la vida diaria y las restricciones en su participación social, sabiendo que se puede tener una buena evolución y calidad de vida si se tiene el diagnóstico precoz de la esclerosis múltiple.
Fuente: Consenso Salud