El taxista Michel Bompart abraza con fuerza una batería para su automóvil recién comprada luego de una noche de incertidumbre ante la posibilidad de ver frustrada una vez más su intención de reponer el acumulador que le robaron en un centro comercial de Caracas.
“Uno tiene que hacer cola para todo. A mí me robaron la batería y tuve que pasar tres días aquí para poder comprar”, dijo Bompart, uno de los cientos de conductores que hacen fila durante un día o más frente a un local comercial del Este de la capital venezolana para adquirir una de las pocas baterías para automóviles existentes.
Muchos llegan en grúa y deben empujar sus vehículos mientras avanza la larga fila de unos 400 automóviles.
No todos lo logran. El número de baterías para la venta es limitado y a veces no alcanza para satisfacer la demanda.
En Caracas, con más de 6 millones de habitantes, apenas hay un puñado de comercios donde se pueden conseguir baterías.
Las privaciones diarias comienzan a irritar a los venezolanos que se ven obligados a invertir buena parte de su tiempo en hacer fila para adquirir desde pañales desechables a repuestos para sus automóviles.
Este fin de semana, ni haciendo cola se conseguirá cerveza, probablemente. La Cervecería Polar, que distribuye el 80% de la cerveza que se consume en Venezuela, comenzó a cerrar sus fábricas esta semana porque no tiene materia prima y dejó de hacer entregas en Caracas.
“Jamás se vio algo así”, comentó Yefferson Ramírez, quien el viernes tuvo que ofrecer explicaciones todo el día a clientes que pedían cerveza en un barrio exclusivo del oriente de Caracas. Su negocio se quedó sin leche y agua embotellada hace meses. “A la gente le molesta más quedarse sin cerveza que sin agua. Eso demuestra lo alteradas que están nuestras prioridades”, indicó Ramírez.
La escasez de baterías no hace sino aumentar el malestar. “Antes ibas a cualquier sitio y las conseguías, ahora no”, agregó el taxista Bompart, de 34 años, con los ojos enrojecidos por la noche sin dormir.
Desde 2006 los venezolanos vienen enfrentando problemas de abastecimiento, pero en los últimos dos años la escasez se ha agudizado debido a que el gobierno redujo la venta de divisas oficiales, lo que ha impedido a muchas empresas comprar en el exterior materias primas, repuestos y equipos.
Según críticos del gobierno el control de los precios de productos de primera necesidad, los engorrosos trámites para transportar o almacenar los productos y las expropiaciones de empresas, desalientan las inversiones y constituyen las principales causas de la escasez.
La falta de baterías también se ha convertido en un problema de seguridad: uno de los mayores temores de los automovilistas es quedarse varado a cualquier hora del día en Venezuela, uno de los países más violentos de la región con una tasa de homicidios que, según registros oficiales, está en 39 por cada 100.000 habitantes y que, de acuerdo con cálculos de la organización no gubernamental Observatorio Venezolano de Violencia, es de 82 por cada 100.000.
Circular con una batería defectuosa es riesgoso porque “existe la posibilidad de quedarse varado y queda uno a expensas de que pueda ser asaltado”, dijo Federico Borges, un comerciante de 65 años.
Las baterías son objeto de robo porque pueden ser revendidas por hasta 10 veces más del precio regulado por el Estado.
El salario mínimo en Venezuela es de 7.324 bolívares, unos 1.162 dólares a la tasa oficial de 6,30 bolívares por dólar, pero menos de 25 dólares según la cotización de la divisa en el mercado negro, ampliamente utilizado para establecer muchos de los precios de los bienes.
Venezuela ha registrado en los últimos 9 años una de las mayores tasas de inflación de la región.