Escasa planificación frente a los aluviones

El hombre y su avance hacia el oeste pedemontano es causa de preocupación por la posibilidad de aluviones. En la actualidad hay más defensas, pero se sigue construyendo sin una planificación adecuada.

Escasa planificación frente a los aluviones

Las personas afincadas en un lugar seco, desértico, como Mendoza, tienen para sí que el agua es el recurso natural por definición y sin el cual no se puede vivir, por eso, entre otras razones, es necesario conducirla de manera eficiente y controlada.

Las tormentas que se producen entre octubre y abril tienen efectos perjudiciales sobre la agricultura, las poblaciones, las obras de infraestructura y demás proyectos, a causa de la falta de planificación general por parte de las autoridades municipales y, también, a la ausencia del concepto y cultura hidráulica por parte de los emprendedores (ya sean públicos o privados).

Ninguna persona criteriosa construiría un barrio, una escuela, un centro de salud o cualquier tipo de inversión en un sitio proclive a inundarse o que posea un cauce aluvional dentro de su superficie y no respetarlo. La falta de cultura hidráulica lleva a los emprendedores a no tener en cuenta estas prevenciones menospreciando los efectos de las tormentas.

Las superficies urbanizadas cambian la geomorfología y la absorción del agua cambiando la respuesta de la cuenca reformada, aumentando la cantidad de agua excedente, acelerando su salida del complejo y, en muchos casos, fluyendo por sitios por donde antes no pasaba. El contrato social de ese emprendedor se rompe al efectuarse una obra que le beneficia solamente a él y perjudica a quienes se encuentran aguas abajo. La rotura de estos contratos sociales se ha producido de manera exponencial, debiendo intervenir el Estado (todos nosotros) con medidas paliativas.

Ni siquiera las municipalidades toman cartas en las problemáticas que les son propias y que ellas mismas han permitido.

Es evidente que la situación actual es comparativamente mejor y de mucha más protección que la de los ’70, década que se inauguró con el devastador aluvión de enero de ese año.

Hay muchos autores que han abordado esta problemática y nos ponen sobreaviso respecto de estas situaciones, como por ejemplo el doctor Raúl Mikkan, en el libro “Aguas salvajes” (editorial Jarilla), y más recientemente el ex director de Hidráulica ingeniero Luis Guisasola, quien tras varios años de recopilación de antecedentes y de análisis de casos, plasmó una publicación digital, cuyo link es bdigital.uncu.edu.ar/7652, la cual es libre y gratuita.

Ambos autores, y otros más de la comunidad científica local, han sostenido que las crecidas afectan a todos los departamentos del Gran Mendoza, y han calificado de inapropiado el crecimiento urbano hacia el oeste y la degradación de la vegetación en el pedemonte.

Lamentablemente, ese avance no cesa, como se advierte con los anuncios de futuros emprendimientos al oeste de la ruta Panamericana, algunos ya en marcha y otros a nivel de iniciativa. El caótico crecimiento de la zona urbana hacia la región pedemontana ha provocado inundaciones urbanas que han dañado más frecuentemente a la propia ciudad.

Aunque existan estructuras para mitigar las inundaciones debidas a las crecidas aluvionales, son necesarias otras medidas de carácter no estructural para complementar al sistema existente. Deben estar encaminadas a evitar la concentración de los escurrimientos y la aceleración del tiempo de respuesta de las cuencas hidrográficas y, también, impedir el aumento de la frecuencia y la magnitud de las inundaciones urbanas. Y sobre todo, revisar y estudiar mucho cuando se deba autorizar el asentamiento de viviendas en las serranías.

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