"Vedere Napoli e dopo morire" reza un viejo dicho de los inmigrantes que llegaron a América con la ilusión de volver a esa tierra caliente y me acordé de ello cuando un vendedor de pan en el Mercado di Porta Nolana me dijo "figli di Napole sono in Argentina".
La realidad es que la verdadera Italia está en Nápoles a sólo dos horas en auto hacia el sur del aeropuerto internacional Fiumiccino de Roma, donde la sangre tana se muestra en su máxima espontaneidad. También se puede llegar en tren en 45 minutos, o vía aérea al aeropuerto Capodiccino que únicamente tiene conexión con las ciudades europeas.
Conocer este destino en auto o motocicleta es una experiencia vertiginosa y recomendable exclusivamente para aquellos que aprecian la aventura, pero deben armarse de paciencia porque sus calles pueden ser muy estrechas y las reglamentación vial demasiado obsoleta.
La ciudad de Nápoles es la capital de la provincia homónima y forma parte de la región de Campania en el sur de Italia. Esta hermosa urbe está flanqueada por los volcanes Vesubio y los Campos Flégreos, y se encuentra al norte del Golfo di Napoli junto a la ciudad de Pozzuoli. Al este del golfo encontramos la increíble "Pompeya" y el famoso Vesubio, al sur la magnífica Sorrento y la península sorrentina separa el Golfo de Nápoles del Golfo de Salerno, todo sobre el legendario mar Tirreno.
La contradicción rige en un lugar donde la anarquía asedia suntuosos palacios y museos, en una población pobre empujada a actividades camorreras que se mezclan con los valores castos de la iglesia y la familia. Estruendosa, incesante y caótica con un aire fresco, lleno de energía, desestructurada y altamente sonora.
La ciudad con 3 millones de habitantes se podría considerar la menos comprendida de Italia, siempre política y socialmente incorrecta pero tan bella y única, con un estimulante revoltijo de iglesias barrocas en proceso de derrumbe, mozos que cantan a pleno pulmón y una vida callejera que emociona a los visitantes.
Obligados del paseo
Fundada por los griegos con el nombre de Neapólis y frecuentada por los romanos como zona balnearia, pasó tiempos convulsionados en manos de franceses, sicilianos, moros y españoles, que dejaron sus huellas en construcciones que aun pueden descubrirse como el Castel dell ´Ovo sobre el paseo marítimo que se emplaza sobre el Borgo Marinaro.
El castillo más antiguo fue construido por los normandos en el siglo XII y se convirtió en una fortaleza clave de defensa de Campania. Según la leyenda, debe su nombre a Virgilio quien enterró un huevo en el lugar advirtiendo que cuando se rompiera, caería la fortaleza. Actualmente su interior cuenta con salones de té y gastronomía de alto nivel, con lámparas de araña y mucho brillo, donde se puede beber un intenso expreso o disfrutar de una romántica cena junto al mar.
Muchos viajeros efectúan su primera parada en el centro histórico declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco donde se encuentra el Duomo, corazón espiritual napolitano. Como en toda Italia, las iglesias cuentan un capítulo especial y las campanas suenan para anunciar sermones, mientras los niños juegan al fútbol en plazoletas ruidosas y las mujeres vociferan mientras hacen arte tendiendo ropa en los ventanales.
Por supuesto que es imperdible visitar el Mercato Di Porta Nolana, que comienza en las antiguas puertas medievales, donde pescaderos y verduleros pregonan su género a gritos y conviven con panaderos y todo tipo de comerciantes - legales y no tantos- y con puestos de comida callejera en los que la pizza napoletana o la margherita son obligaciones del turista.
Dejarse llevar, probar sus sabores, hablar con los lugareños, escucharlos regatear en el mercado y apreciar el modo de vida que llevan, sus hábitos y costumbres en esa atmósfera descontracturada, es una experiencia única e imperdible. Pero nunca se debe dejar de prestar atención porque además de alegre, colorida y ruidosa también es una zona para cuidarse de robos y hurtadillas.
Por otra parte, existe un tour que se hace bajo tierra. Así, los turistas descienden 40 metros debajo de la superficie para explorar una red de pasadizos y cuevas escalofriantes. Los túneles fueron excavados por los griegos para extraer la toba que se empleaba en la construcción y en la canalización del agua desde el Vesubio. Luego los romanos los ampliaron y sirvieron de refugio en la Segunda Guerra Mundial. Algunos de sus tramos sólo pueden recorrerse a la luz de la vela.
Mirar alrededor
Saliendo hacia el oeste, queda atrás el bullicio citadino. Entonces emerge un lugar con un atractivo conmovedor, un puerto olvidado donde pequeños yates hacen su descanso, Pozzuolli. Este es el pequeño poblado donde Sofia Loren despuntó su infancia y donde llegó el discípulo San Pablo. Este romántico lugar, fundado en 530 a. C., por los griegos permite encontrar ruinas romanas impresionantes y un humeante cráter volcánico. A su vez esconde un mundo subterráneo para descubrir. En el camino un mirador permite visualizar la Ciudad de Nápoles y volver a enamorarse de ella.
Otro sitio imperdible para tomarse el día completo es la extraña Pompeya. Allí, un recuerdo espantoso que se mantiene intacto: la erupción del volcán Vesubio, que estalló en el año 79 a. C. enterrando la ciudad bajo una capa de lapilli y matando a toda su población.
Es el yacimiento arqueológico más sobrecogedor de Europa ya que las personas quedaron petrificadas y aun así pueden verse las emociones en sus rostros. Es recomendable tomar una guía en control remoto para descubrir cada paso de la villa.
Fervor futbolero
Diego Maradona, en el nombre de una calle o una pizzería, en las camisetas de la selección argentina que se venden por todos lados y por supuesto en el estadio de fútbol San Paolo, situado en el barrio de Fuorigrotta. Presenciar el espectáculo del calcio napoletano es indiferente a apreciar el deporte, al género y a entenderlo o no. Se trata de una experiencia única, arrasadora y divertida.
Hombres, mujeres y niños se visten de celeste y blanco con una pasión contagiosa. Es sin dudas, el lugar en que más valor tiene el pasaporte argentino, ya que es sinónimo de sus héroes, pasados como Maradona y o más cercanos en el tiempo como Lavessi.