Una de las características salientes del período kirchnerista ha sido la confusión entre el partido gobernante (en realidad fracción o facción del mismo), el gobierno y el Estado. Con un final donde el Estado parece ser propiedad privada de la Presidenta, quien en cada ocasión nos hace recordar aquella conocida expresión atribuida al rey francés Luis XIV, “el Estado soy yo”.
Ese proceso de apropiación de la organización, el poder y los bienes del Estado para uso de quien gobierna, no es original de este gobierno, pero sí es original el extremo a que lo ha llevado, especialmente en este intensivo año electoral. Todos los recursos y medios del Estado, en los tres niveles, han sido puestos al servicio del candidato oficialista. Posiblemente nunca se podrá calcular el enorme costo económico de esta desmesura política.
Quizá valga la pena recordar, para quienes no lo vivieron ni lo leyeron, que durante el gobierno de Juan D. Perón 1946/55 se pusieron en práctica métodos semejantes. Afiliación obligatoria de los empleados públicos al partido gobernante, de lo contrario se podía perder el empleo o terminar arrinconado en algún oscuro lugar, como le ocurrió a Jorge Luis Borges.
Uso obligatorio del luto por la muerte de Eva Perón, afiliación de estudiantes secundarios a una agrupación oficialista. Pero, sobre todo, el uso abusivo de la propaganda oficial en un sistema de medios prácticamente controlado en su totalidad por el Estado y las voces opositoras silenciadas de diversas maneras.
La lista de situaciones similares que se puede hacer ahora es bastante extensa, con la salvedad de que en esta oportunidad el Gobierno no logró, como se lo propuso con ahínco, acallar a los medios que no le eran adictos. Pero el uso del Estado y la coacción sobre los empleados es intensa, a tal punto que dos ONG, la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) y Poder Ciudadano (PC) han lanzado una campaña para proteger a los empleados de las presiones de ministros y funcionarios de alto rango para que respalden al candidato oficialista. Para ello han establecido una línea 0800 y un sitio en la web que garantiza la plena privacidad de quienes efectúan las denuncias.
Posiblemente el caso más lamentable, por todo lo que implica, sea lo que están haciendo numerosas universidades nacionales, facultades y otros organismos académicos y de investigación como el INTA; en este último, un grupo de empleados y técnicos firmaron una carta de apoyo a Daniel Scioli, presionados por la típica técnica de instalar el miedo; es lamentable cómo un organismo que había sido respetado por su calidad técnica ha sido “colonizado” por el sectarismo kirchnerista.
A raíz de lo ocurrido, Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) hizo público un comunicado en el que expresa que desde esa entidad “siempre se ha reivindicado el rol del INTA como organismo del Estado que debe generar los insumos tecnológicos y asesoramientos que toda producción agropecuaria moderna requiere y necesita”
Por lo tanto “lamentamos profundamente que una parte de sus profesionales se aparten de estos objetivos y pretendan impulsar un organismo técnico como un apéndice más de un partido político o de una unidad básica, sin visibilizar que el Estado no es propiedad de quien lo gobierna en un momento o espacio temporal determinado”.
Seguramente el caso de las universidades nacionales sea tanto o más grave. Su embanderamiento militante viola el principio básico de la pluralidad y espíritu crítico que debería guiar la vida académica. En las universidades públicas siempre hubo actividad política, pero esta vez fueron las propias autoridades las que convocaron masivamente a votar por el candidato oficial.
Más de treinta rectores, convocados por el ministro de Educación, firmaron una declaración de fe kirchnerista; buena parte de los firmantes pertenecen a las numerosas universidades, creadas como hongos, durante dicho gobierno, lo que demuestra que tales universidades no son otra cosa que organismos colaterales de esa facción política. Es de lamentar que ahora las autoridades de la prestigiosa e histórica Universidad de La Plata hayan seguido el mismo camino introduciendo en sus claustros una división malsana para la vida académica.
Finalmente miles de bien pagados jóvenes de La Cámpora hace semanas que no concurren a sus trabajos; están dedicados a tiempo completo a la campaña electoral.