Escándalo FIFA: impunidad y corrupción a la luz del día

La estructura de la organización futbolística más poderosa del mundo se derrumbó en apenas una semana, a partir de la intervención de Estados Unidos en el marco de una causa por lavado de dinero y cobro de sobornos que involucraban a la máxima dirigencia

Escándalo FIFA: impunidad y  corrupción a la luz del día

Hasta la embestida de la Justicia neoyorquina, ocurrida a mediados de mayo, el organismo con sede en Zurich gozaba de una impunidad absoluta. En sus reglamentos, la entidad impedía a sus clubes presentar demandas civiles contra cualquier confederación, federación o asociación de fútbol afiliada.

Cuatro décadas vinculan al suizo Joseph Blatter con la jerarquía más alta de la conducción del fútbol a escala planetaria. Primero, el directivo fue un fiel ejecutor de las decisiones del brasileño Joao Havelange, quien gobernó desde 1974 hasta 1998.

Su escuela en la dirigencia deportiva había sido sólo la de convertirse en titular de la Federación suiza de Hockey sobre hielo. Nunca fue futbolista profesional (apenas un amateur), pero su percepción de los tiempos políticos lo convirtió en un hábil estratega que supo cómo anticiparse a los hechos para estar en el momento justo y en el lugar indicado.

De todos los cuadros medios de la pirámide de conducción de la FIFA, sólo Blatter es quien está hoy fuera de todo proceso judicial. El peso de las investigaciones conducidas por la fiscal general estadounidense, Loretta Lynch, fue cercando al suizo hasta el grado de renunciar a su cargo apenas cuatro días después de haber sido reelegido en el 65to.

Congreso de la FIFA. Un día antes de decidir su alejamiento, la gota que colmó el vaso en el escándalo conocido como "FIFAgate" fue que el FBI develó que el propio secretario general del ente futbolístico, Jerome Valcke, había dado su aprobación para un giro de 10 millones de dólares.

Este monto es el que está sospechado de haber sido utilizado como soborno para que el ex presidente de la Concacaf, Jack Warner, favoreciera la designación de Sudáfrica como sede de la Copa del Mundo 2010.

Blatter captó que -esta vez- la investigación era seria y dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias. En su determinación obraron también dos factores de peso: 1) el conocimiento de que Lynch había impuesto una sanción de 5.000 millones de dólares a cinco poderosos bancos internacionales por intervenir en el mercado y manipular las tasas de cambio entre dólares y euros; 2) la determinación de la misma procuradora general para avanzar sobre la dirigencia futbolística, a la cual acusó de valerse de sus altos cargos para obtener sumas de dinero en forma ilegal, a través de los sobornos y las coimas. El suizo supo retirarse a tiempo, si se quiere. No lo entendió así el periodista e investigador escocés Andrew Jennings -el máximo experto mundial en este tema- quien cree que el helvético actúa como topo al mejor estilo del estadounidense Chuck Blazer, el arrepentido que introdujo micrófonos para realizar escuchas en la sala de directorio de la FIFA.

Las repercusiones en la Asociación del Fútbol Argentino fueron inmediatas y provocaron un efecto dominó en el que se cambió el apoyo inicial a Blatter por el voto definitivo al príncipe jordano Ali bin Hussein, quien se había convertido en opositor al suizo a pesar de haber formado parte del oficialismo.

Tras la muerte de Julio Grondona -ocurrida el año pasado- la sucesión sigue abierta y aún no existe un candidato con peso propio como para marcar tendencia hacia las elecciones de octubre próximo.

El presidente interino, Luis Segura, surgido del riñón del grondonismo, contestó con evasivas y promesas de explicaciones cuando el resto de la dirigencia que se había quedado en el país le preguntó con autorización de quién se había cambiado el voto para la elección en Zurich.

Quizá, el hoy presidente afista se haya sentido confiado en que en la Argentina es poco probable que se realice una embestida semejante a la de la Justicia estadounidense sobre la FIFA.

Es más, durante el pasado Mundial de Brasil 2014, el directivo fue denunciado por haber participado de la cadena de reventa de entradas, tras una investigación de la cadena ESPN del país vecino. "Me equivoqué pero no tuve intención y estoy arrepentido" fue su escueta respuesta. Blatter, al menos, renunció; Segura, no. Sigue, como si nada hubiera pasado.

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