Es para escribir una de esas historias épicas en las que el humilde siempre tiene un lugar destacado. Ya no importa si Godoy Cruz peleará a Boca el título hasta el final o ese sueño quedó enterrado ayer; la realidad es que el equipo mendocino merece una ovación más allá del final.
Porque lo del equipo de Dabove no es una racha de buenos resultados. No está encumbrado porque la fortuna le hizo un guiño en algún momento del certamen.
Por lo contrario, el Tomba ha cimentado su trajinar por el certamen con una solidez que entusiasma, con un amor propio que nos pone la piel de gallina.
Nunca renunció a su idea futbolística y eso, en estos tiempos de resultadismos baratos, es el mejor capital con que cuenta.
El fútbol, tan golpeado en los últimos tiempos, necesita siempre de ejemplos como éste que devuelvan al hincha la credibilidad de que el juego es eso, un juego y nada más.