Es la economía, pero también la política... ¡estúpido! - Por Carlos Salvador La Rosa

Es la economía, pero también la política... ¡estúpido! - Por Carlos Salvador La Rosa
Es la economía, pero también la política... ¡estúpido! - Por Carlos Salvador La Rosa

Las razones económicas del fracaso del oficialismo nacional en las PASO están por demás claras, ya que aunque no se sepa con certeza el grado de responsabilidad que puede haber tenido el macrismo o el cristinismo previo en la crisis de 2018, lo cierto es que el electorado se la endilgó enteramente al que está gobernando en este momento. Y ese es un dato duro de la realidad.

Sin embargo, lo que no están tan claras son las razones políticas de la derrota ya que la interpretación mayoritaria es la de un Cambiemos donde cada sector decía lo suyo y debido a ese enfrentamiento (sobre todo entre radicales y macristas) se perdió todo criterio de unidad. No obstante, a la luz de los resultados, lo peor no parece haber sido que los radicales y los macristas se pelearan públicamente, sino que no se pelearan más y desde antes, ya que sólo un debate durísimo sobre la inmensa fragilidad política del gobierno (que sólo la crisis económica disimulaba) podría haber  atemperado en parte los colosales daños que las PASO les produjeron a Cambiemos.

En otras palabras, la gran falencia política de Cambiemos se debió a que la conducción la tuvo el grupo de gente con menos experiencia política (salvo la de Capital Federal) que además estaba persuadida de que expresaban la nueva política mientras que el resto de los partidos, incluidos la UCR, expresaban la vieja.

Casi todo aquel que hablaba en los términos tradicionales de la política era considerado rosquero y apartado del círculo del poder. Cuando los tradicionales son los únicos términos que existen, porque todavía no se inventaron otros. Los que hablaban Aristóteles y Maquiavelo, Napoleón y Ortega y Gasset, Weber y Lenin, Churchill y Perón, gente diferente en todos sus pensares menos en su concepción de qué es la política.

Hasta que desde el marketing y la autoayuda se creyó en la Argentina que se había ideado algo nuevo. Algo que tuvo su apogeo cuando al ganar las presidenciales de 2015, los consejeros del príncipe Macri le dijeron que el triunfo había ocurrido porque no se aliaron con el peronismo no K; que si se hubieran aliado hubieran perdido.

Ya en ese entonces, el radicalismo no pensaba igual. Su entonces presidente partidario, Ernesto Sanz, sostuvo siempre ampliar la alianza lo más posible, pero Durán Barba le decía que mientras menos amplia fuera más se ganaría. Y como se ganó, por varios años esa fue la doctrina de Estado. No obstante, Sanz y los radicales siguieron pensando que se ganó porque Cristina tuvo la torpeza de poner en la provincia de Buenos Aires al candidato más impresentable que haya existido jamás.

Luego el electo gobernador Alfredo Cornejo, le endilgó a Macri y su círculo otro error: el de no criticar fuertemente la dura herencia recibida porque era mejor hablar del futuro que del pasado. El gobernador mendocino decía que de no haber criticado la según él atroz herencia que le dejó su antecesor peronista, Paco Pérez, el peronismo local se habría reconstruido al día siguiente y lo habría obstaculizado desde allí en más. Cornejo cree que eso es lo que le pasó a Macri por no mostrar la realidad que le dejaron.

Esa crítica cornejista y la otra sostenida por  Sanz de no abrir más la coalición, jamás dejaron de pensarlas las conducciones radicales, pero el triunfo legislativo de 2017 arrasó con toda duda. Se iba por el camino correcto y la política nueva estaba enterrando a la vieja, según imponía el relato oficial.

Luego sobrevino la crisis económica cuya furia barrió con muchas expectativas, sobre todo porque ya nunca más se la pudo conjurar del todo. Sin embargo, aún así se apostó a conjurarla sólo económicamente, convencidos de que si ella amainaba, no habría obstáculos significativos para la reelección. Sólo respuestas económicas a problemas supuestamente económicos.

Fue en marzo de este año cuando el radicalismo se comenzó a preparar para lo que pretendía fuera su gran rebeldía contra la política macrista. Dialogaron secretamente sus principales espadas, y salvo el grupo de Alfonsín y Storani que tenía diferencias ideológicas con el macrismo, todos los demás se pusieron de acuerdo en impulsar una estrategia que desde estas columnas nosotros reprodujimos el domingo 31 de marzo y que consistía, textualmente, en el siguiente análisis y la siguiente propuesta, que quizá valga la pena recordar:

"El rechazo a Cristina y Macri es hoy mayoritario, más del 60% de la población no quiere a ninguno de los dos. Y difícilmente los querrá. Eso lleva a la posibilidad creciente de que Cristina no se presente, agobiada por sus problemas judiciales, a ver si aliándose con los peronismos provinciales logra  en vez de la presidencia (que si la consigue se salva, pero si pierde va presa) un bloque legislativo que le sirva de escudo a ella y sus hijos del embate judicial. Y entonces -razonan los radicales- si Cristina se baja, la candidatura de Macri que fue construida como la gran muralla frente a la posibilidad de un triunfo de Cristina, deja de ser la única posible. Por ende, se puede pensar en otras opciones.  ¿Qué pasa -se preguntan los radicales si Macri ya no tiene posibilidades de regeneración de confianza y su boleto se ha picado? Si fuera así, en vez de entregar el país por enésima vez al peronismo se debería pensar en 'salvemos a Cambiemos y no a Macri', reemplazándolo como candidato a presidente. También saben los radicales que si un sector importante del Pro no los apoya, Macri no se bajará. Por eso más que pedirle que se baje, quieren que se lo pidan los del palo".

Es posible que ni aún si el gobierno le hubiera hecho caso al planteo radical se podría haber ganado, por el inmenso peso del bolsillo. Sin embargo, nunca está bien subestimar la política, porque la principal causante del retraso de los países suele ser la mala política, pero, al revés, la buena política es la única que puede conducir a los pueblos al desarrollo. Además, sólo hay buena economía cuando hay buena política. Buena política, que no tiene nada que ver con esa tontería que divide a la política entre la vieja y la nueva.

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