Es imperioso recrear el diálogo provincial

Los avatares electorales que ocurrirán en la provincia no deberían ser un obstáculo para que los gobernantes entrantes y salientes limiten o directamente rechacen el diálogo, imprescindible para que la transición llegue a buen término.

Es imperioso recrear el diálogo provincial

Durante estos últimos días diversas organizaciones no gubernamentales y entidades empresariales de Mendoza han expresado públicamente su preocupación por la forma de administrar la Provincia de aquí hasta diciembre, ya que existen signos preocupantes de que el gobernador en ejercicio y el gobernador electo no desean continuar el diálogo que muy bien asumieron al día siguiente de realizadas las elecciones.

En la delicada situación económica en que se encuentra la Provincia (situación admitida por unos y por otros más allá de las diferentes perspectivas sobre la misma) sería todo un despropósito que las desavenencias político-partidarias evitaran dar lo mejor de sí a los principales representantes del pueblo a fin de tratar de encontrar las mejores alternativas posibles que nos permitan superar el complejo trance.

Sería por demás preocupante que la buena voluntad inicial puesta en marcha por las dos principales figuras políticas de la provincia sean alteradas porque los intereses partidarios de uno u de otro sector prefieran el conflicto al consenso por espurias motivaciones electorales.

Cuando la grandeza de nuestros dirigentes sólo se observará si son capaces de separar taxativamente una cosa de la otra. La campaña tiene mil facetas desde donde encararla, pero las dificultades concretas de Mendoza en estos meses de transición debería estar por fuera del debate partidario, si se tiene un mínimo sentido de responsabilidad.

Según algunos trascendidos, los motivos por los cuales públicamente se le puso un cepo a las conversaciones de la transición se debe a las extremas exigencias de los futuros gobernantes como si  pretendieran la búsqueda de cogobierno.

Pero según otras versiones, son dirigentes oficialistas de incidencia informal dentro de la política mendocina los que están obstaculizando al gobernador para que no siga dialogando, aduciendo necesidades políticas de campaña. Pues bien, en un caso o en otro, la estrechez de las miras, de ser ciertas estas versiones, deberían ser colocadas entre paréntesis frente a los intereses superiores de la provincia.

Hemos repetido ya muchas veces que una transición tan larga no debería repetirse porque siempre se corre el riesgo, como de algún modo se comienza a ver ahora, de generar desgastes mutuos, ya que los equipos actualmente gobernantes tienen la vista puesta en un futuro que no los tendrá en el mismo lugar, mientras que los equipos a conducir la provincia desde diciembre deben esperar demasiado tiempo para hacer valer sus propuestas que en muchos casos difieren con las aplicadas en el presente. Y en ambos casos eso genera malestar, nerviosismo, como si ni unos ni otros estuvieran cómodos en el lugar en que institucionalmente les toca estar, lo que a larga puede conducir al desgaste tanto de los que vienen como de los que se van.

Sería muy propicio y seguramente será debidamente valorado en su oportunidad, que el gobernador saliente y el gobernador entrante se sobrepongan a cualquier presión que de un lado u otro pudieran tener y reanuden con la mayor frecuencia y la mayor franqueza el diálogo que permitirá fortalecer la gobernabilidad y, muy posiblemente, también permita encontrar soluciones para las dificultades económicas provinciales que separados ninguno de ambos  encontraría. Los requerimientos profundos de nuestra provincia requieren y hacen imperioso este gesto de buena voluntad.

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