Por Fernando Iglesias - Periodista - Especial para Los Andes
El peronismo es también una red de castas monárquicas de características hereditario-familiares. Las dinastías de los Menem, los Rodríguez Saá y los Kirchner -para nombrar sólo los notables a nivel nacional y no los meros caudillos provinciales- recuerdan el ancien régime monárquico-feudal. Maridos que depositan el poder en sus esposas para retomarlo luego. Hijos que heredan el sillón paterno. Familias extendidas cuyo sustento está a cargo de los contribuyentes y el Estado. Nepotismo generalizado y sin culpa.
Aunque no todos las han usado de la misma manera, para todos ellos y para sus socios rige hoy la patente de corso pejotista y la impunidad más absoluta. Si un evento lo ha demostrado con impiedad ha sido la tragedia de Once, que no fue un episodio de corrupción desarrollado en la oscuridad sino una masacre que la entera sociedad nacional ha presenciado bajo las luces de los reflectores.
¿Cuáles han sido sus resultados penales? Benítez, el maquinista a cargo del tren, preso; Andrada, el maquinista que entregó el tren, fundamental testigo de la causa en lo que respecta al estado técnico de la formación, asesinado de cuatro balazos en la espalda “en un confuso incidente” en el conurbano; Ricardo Jaime, Juan Pablo Schiavi y Claudio Cirigliano, principales dirigentes de la empresa y del Estado responsables de la tragedia, procesados pero libres.
5- El peronismo se ha transformado en una asociación delictiva, una mafia. El camino de sus sistemáticas violaciones a la Constitución y de su aversión a las leyes muestra a cada una de las sucesivas etapas de su historia como parte de un proceso de degradación progresiva y aumento del enriquecimiento ilícito.
De la corrupción ocasional a la sistemática, de la corrupción sistemática a la asociación delictiva y de la asociación delictiva a la proliferación de mafias; que durante el peronismo kirchnerista se han hecho con el control de buena parte de la Argentina.
¿Exageración? Enumeremos las características definitorias de “mafia” que comparten muchas de las organizaciones que hoy se presentan como agencias estatales y privadas de la Argentina nac&pop. Según la Real Academia: “Mafia- Organización criminal de origen siciliano. Cualquier organización clandestina de criminales. Grupo organizado que trata de defender sus intereses. Engaño, trampa, ardid”.
¿Es exagerado decir que el peronismo se ha transformado en una mafia? Individual y penalmente, sí; ya que la mayor parte de los integrantes del Partido Justicialista no son delincuentes.
Pero en términos colectivos y políticos nadie puede ignorar el auge de la criminalidad organizada que se ha verificado en este cuarto de siglo peronista ni las vinculaciones profundas de las organizaciones criminales con las autoridades políticas locales y nacionales, en su absoluta mayoría peronistas. En cuanto a las otras dos acepciones del término “mafia”: “Grupo organizado que trata de defender sus intereses. Engaño, trampa, ardid”; la definición se queda corta.
Más interesantes son las de la Enciclopedia Treccani, principal enciclopedia de Italia, país donde el conocimiento sobre las organizaciones mafiosas es profundo y extendido. Dice la Treccani: “Mafia- complejo de organizaciones criminales... extendidas sobre base territorial, sostenidas por la ley del silencio cómplice (omertà) y estructuradas jerárquicamente”.
A lo que agrega un racconto histórico: “Al final del siglo XIX se hicieron más estrechos los lazos entre mafia y política, con el ascenso de mafiosos a los poderes locales y aparición de la práctica del intercambio de votos por favores; en tanto se consolidaba una relación de dominio-protección de la mafia sobre el territorio sobre el cual operaba”. También aquí las palabras sobran.
6- El peronismo ha sido la expresión local de lo peor que en cada momento existía y existe en el escenario político mundial: el nacionalismo autoritario y populista en las décadas del Treinta y el Cuarenta, entre los cuales para el general Perón el modelo a seguir era el del fascismo italiano; el terrorismo en los tempranos Setenta, cuando los Montoneros irrumpieron en la escena argentina con la excusa de derrocar una dictadura y siguieron matando bajo el gobierno, democráticamente elegido, de Perón; la represión ilegal al terrorismo revolucionario en los tardíos Setenta, cuando la Triple A se encargó de inaugurar el método de la desaparición forzada de personas; finalmente: el neoliberalismo más socialmente regresivo de la región en la década de los Noventa y el autoritarismo latinoamericanista más chavista después del de Chávez, en la sucesiva.
Nada de esto significa igualar, sin más, al peronismo con el fascismo, ni desconocer las enormes diferencias ideológicas y políticas que existieron entre las diferentes etapas peronistas y hasta entre las organizaciones peronistas de la misma etapa.
Sin embargo, todos estos grupos y todos estos gobiernos se reivindicaron peronistas, y como tales fueron reconocidos por el General, en vida, y por el Partido Justicialista, una vez muerto su fundador.
La última de esas expresiones de coincidencia, la que en toda sociedad no sometida al síndrome de Estocolmo descartaría definitivamente el argumento de “el kirchnerismo no es peronismo”, es la participación de la entera dirección nacional del justicialismo y de sus principales figuras provinciales en el vergonzoso documento por el cual, cuatro días después de la muerte de Nisman, se acusó a “grupos internacionales y nacionales”, a “medios concentrados” y a “jueces y fiscales con clara vocación opositora” de atacar a la Presidenta “con intención desestabilizadora”.
No hubo ningún político argentino que haya sido vicepresidente de una dictadura militar, excepto Perón, ni montoneros socialistas ni Triple A radical; ni hay Aníbales Fernández ni Luisitos D’Elía en otros partidos.
También lo peor del último cuarto de siglo latinoamericano, es decir: el fundamentalismo de mercado de los Noventa y el fundamentalismo antimercado de hoy fueron peronistas. O está en vigor alguna maldición contra ese partido o es pura casualidad y mala suerte, o hay algo intrínsecamente negativo, a la vez oportunista, autoritario y violento en el peronismo; algo que aflora cada vez que las circunstancias históricas y las claudicaciones ajenas le dan la oportunidad.
7- Finalmente, el peronismo es la potenciación política de las peores características de la sociedad argentina: su corrupción y su fanatismo; su ombliguismo y provincianismo; su cinismo y su cortoplacismo; su guaranguería y su mitomanía; su necrofilia y su propensión a los delirios de unanimidad; su anomia y su autoritarismo.
Basta salir hoy del país por un período para constatar, al volver, el nivel de frustración, agresividad, resentimiento, mala educación y violencia que impregna la vida cotidiana en la Argentina.
Las publicidades copiadas de Forza Italia-italiani brava gente berlusconianos, con Fuerza Argentina y el país con buena gente como eslóganes, no pueden esconder la despiadada lucha de todos contra todos que hoy se libra en las calles y avenidas, en las reparticiones públicas, en los comercios, los consorcios y en casi todos los lugares en que los argentinos tratamos con otros argentinos.
Excepto bajo sistemas totalitarios, no debe haber tampoco ningún lugar en el mundo donde la discusión política esté vedada en las reuniones para no atentar contra la unidad familiar. El Gobierno del cuarto peronismo, el kirchnerista, es responsable de que esto haya sucedido, con su discurso confrontativo y su estrategia amigo-enemigo.
Entre sus muchas manifestaciones, hemos asistido a algunos episodios emblemáticos: la acusación de Néstor Kirchner a los chacareros en rebelión fiscal de ser iguales a los comandos civiles de la Libertadora y los grupos de tareas de la dictadura; y la de golpistas y desestabilizadores empleada por Cristina Kirchner repetidamente, especialmente dolorosa para quienes marchamos pidiendo verdad y justicia por los desaparecidos, ayer, y por Nisman y la AMIA, una lluviosa tarde de febrero de 2015.
Es el peronismo, estúpido. Todas y cada una de estas cosas ha sido y es el peronismo. Quienes usan la muletilla “eso no es peronismo” o “Fulano no es peronista” apelan a un truco elemental: dar por supuesto que el peronismo es un partido político normal, con claras y definidas tradiciones ideológicas.
Ausentes esos parámetros, se les hace imposible definir al peronismo en términos tradicionales. Y bien, el peronismo no es un partido político normal ni tiene tradiciones ideológicas que vayan más allá de enunciaciones abstrusas como las Veinte Verdades Peronistas y de la proclamación común de la Leyenda Peronista.
El peronismo fue distribucionista y heterodoxo en la primera presidencia de Perón y en varios períodos posteriores que preanunciaban al kirchnerismo, y ajustista y ortodoxo en la segunda presidencia de Perón y en varios períodos posteriores, como el menemista.
Fue protagonista y autor de las mayores platas dulces de la Historia Argentina (1946-1949 y 2003-2007) y de los ajustes más sanguinarios (1975 y 2002). Fue de derecha -y de derecha fascista- en buena parte de los años fundacionales y con la Triple A, y de izquierda -y de una izquierda que se proclamaba revolucionaria- en otros momentos, con la Jotapé y los Montoneros.
Todo esto, para decirlo de manera comprensible a quienes razonan con las falsas categorías políticas con las que solemos pensar la realidad los argentinos. Pretender definir ideológicamente al peronismo, suponiendo que tiene alguna consistencia en el terreno de las ideas, lleva directamente al otro gran truco de los justificadores peronistas, el del Diablo y la mafia: pretender que no existe, aunque maneja el país desde hace un cuarto de siglo.