Con preocupación he escuchado decir “el peronismo es ganar”. Es afligente, este tipo de premisas se imponen por encima de la Patria. Un aserto usado por Perón, compartido sin discusión, fue: “Primero la Patria, luego el movimiento y finalmente los hombres”. Éste es el orden de prioridades lógico y correcto, reitero: sin posibilidad de discusión alguna.
Pero se ha instalado la cultura (entendida como “Cultivo”; “Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”) del “yo gané”; “ganamos”; “victoria”, etc. Triunfalismos particulares que poco y nada tienen que ver con el interés común.
Lo que aquí planteo puede sonar a perogrullada; puede parecer una sub-estimación; no es ésa mi intención. Considero, sin embargo que hace falta aclararlo.
Desde décadas existe una confusión importante que -según mi entender, humano y falible- es dañina porque divide y genera, como en un estadio de fútbol, una composición de clase binaria. Es fácil observar que muchos votan como si tuvieran puesta la camiseta de un club. “Yo votaré a Roberto porque soy robertista”, aunque Juan sea mejor que Roberto.
Aun respetando el derecho a tener una ideología definida y tratar de imponerla por las urnas, deberíamos analizar que la única y verdadera victoria es la consecución del bien común.
Mientras esta consigna esencial y prioritaria de una de las ciencias más elevadas -como es la Política- no se alcance decorosamente, no habremos ganado nada; muy por el contrario, habremos perdido todos: ilusiones, dinero y tiempo, trayendo involución y fracaso, no como una “sensación” sino -mucho peor- como una amarga realidad.
Es lógico y normal sentir júbilo porque ha ganado las elecciones ese candidato que has votado; eso está bien, es perfectamente humano. Lo que luce inhumano, injusto e inmoral es entender que existe democracia sólo cuando se impone el partido que vos querés y no aceptar las mismas reglas cuando no te agrada el resultado: cuando se impone otro signo político.
Puntualmente, hoy vemos que un partido (equipo) en retirada, se ha ido quemando los pastizales, con su figura líder en el ejercicio de acciones que, precisamente, están en contra de la saludable convivencia democrática en paz; sin querer aceptar las reglas de juego, de espaldas a la tradición histórica, sin ver que durante doce años, el proceso que ha finalizado, se refirió con suma persistencia al pasado.
Es inaceptable escuchar al último ex ministro de Economía -que ha decepcionado en la mayoría de sus actos- dar clases de Economía Política a sus adeptos, analizando las medidas de la actual conducción, como si fuese el más paradigmático de los economistas; el funcionario que no entendió que economía política es: “La Ciencia que estudia las leyes de producción y distribución de bienes que satisfacen las necesidades humanas”.
Porque dejó más pobreza que antes.
Es libertad de expresión mal entendida la que se realiza con la clara intención de obstruir y hacer fracasar un gobierno, cualquiera fuese su signo, con el único y mezquino objetivo de volver lo más pronto al poder, ése que acaban de perder por puras y exclusivas culpas propias, donde destacan netamente la soberbia y la corrupción, entre otros vicios no mucho menores.
Oposición es opinar, asesorar con espíritu constructivo, sin verdades a medias, porque cuando la verdad se parcializa se incurre en la mentira: mentira por omisión de partes esenciales.
El respeto a las Instituciones nos obliga a cooperar por el bien común; de ninguna manera hay que entablar “resistencia” al gobierno proclamado desde las urnas. Respeto, ésa es la cuestión. En el mismo marco democrático del que venimos gozando desde 1983.
Reitero: ¡antes la Patria que el movimiento, señores! Malas hierbas son aquellas que se valen de la anti-cultura sembrada por ellas mismas. Malos compañeros son el egoísmo y el atropello hacia los demás. No hay dos Argentinas; es una sola con opinantes diferentes; que con educación y capacidad reflexiva debemos entregarnos de lleno a trabajar por el progreso de este bendito país que nunca supo flotar en aguas turbulentas e infestadas de egoísmo, necedad, cinismo y resentimiento.
Conviene ir entendiendo que lo cultural puede ser bueno o malo (cultura-costumbres). Que existen las culturas de la bondad y de la maldad; que normalmente calificamos como “culto” a alguien bien cultivado, pero tengamos cuidado con la culturización de los actos reprochables... De yapa tuvimos que ver la actitud de la canciller venezolana que calumnió a nuestro actual Presidente. No puede tener excusas de desinformación y/o carece de asesores idóneos.
En fin, sobre gustos no hay nada escrito, pero yo voto por la cultura de la unidad, por la buena costumbre de respetarnos aun en la adversidad ideológica particular.
¿Llegaremos a ser un buen ejemplo o seguiremos como hasta ahora?