“Un cuento siempre cuenta dos historias”, sostiene Piglia en su Tesis sobre el cuento. El cuento clásico narra en primer plano la historia 1 y construye en secreto la historia 2. El arte del cuentista consiste en saber cifrar la historia 2 (la secreta) en los intersticios de la historia 1 (la evidente).
“¿Cómo contar una historia mientras se está contando otra?”, plantea. Y uno de sus ejemplos lo toma de Hemingway.
“La teoría del iceberg de Hemingway -prosigue Piglia- es la primera síntesis de ese proceso de transformación: lo más importante nunca se cuenta. La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión.”
Agrega: “‘El gran río de los dos corazones’, uno de los relatos fundamentales de Hemingway, cifra hasta tal punto la historia 2 (los efectos de la guerra en Nick Adams), que el cuento parece la descripción trivial de una excursión de pesca. Hemingway pone toda su pericia en la narración hermética de la historia secreta. Usa con tal maestría el arte de la elipsis que logra que se note la ausencia de otro relato.”
¿Qué hace Hemingway? Narrar con detalles precisos la historia 1. No decir nunca que qué ocurre en la historia 2, pero escribir el cuento como si el lector ya lo supiera.
La obra, pues, es un relato que incluye otro relato secreto.
II. Hemingway fue (aparte de uno de los escritores fundamentales del siglo XX) un hombre atractivo y vital, soldado y guerrillero, boxeador, cazador, pescador y bebedor intenso.
Nació en Oak Park, Illinois. De niño, su padre le enseñó a usar herramientas y armas, a cocinar carne de venado y a cazar sólo lo que se destinaba a comer. El hijo, sin embargo, se pasó la vida matando animales.
Borges tenía una teoría sobre Hemingway. Entendía que las aventuras del novelista, como corresponsal de guerra en el Cercano Oriente y en España y como cazador de leones en Kenia, se reflejaban en su obra, pero que eso no significaba que semejantes andanzas fueran el sustrato de un interés literario, sino que le daban otra cosa, una satisfacción íntima. Borges agregó: “En 1954, la Academia de Suecia le otorgó el Premio Nobel de Literatura por su exaltación de las virtudes más heroicas del hombre. Acosado por la incapacidad de seguir escribiendo y por la locura, se dio muerte al salir del sanatorio, en 1961. Le dolía haber dedicado su vida a aventuras físicas y no al sólo y puro ejercicio de la inteligencia".
III. Hemingway se suicidó. Murió en su casa de Ketchum (Idaho), el 2 de julio de 1961. Algunos piensan que el que se mató ya era otro, una sombra de aquel excepcional narrador de cuentos que tenía fama de aventurero feroz. Ya no era el vanguardista, cuyo objetivo artístico (junto al de James Joyce) había sido el más original entre todos los autores que se codeaban por los cafés del Boulevard Saint Michel de París. Ni el mismo autor que escribió "Los asesinos", ese texto al que tanto le debe Tarantino.
¿Pero qué aportó el primer Hemingway a la narrativa mundial? Nos enseñó (escribe Enrique Vila Matas) a “hacer que la palabra y la estructura comunicaran pensamiento, sentimiento y también sentido físico”, algo que luego llevarían hasta el hueso Salinger y Carver, por ejemplo.
O sea: no se puede hablar de la evolución del cuento moderno sin pensar en Hemingway.
García Márquez señalaba que lo interesante de los cuentos de Hemingway es la impresión que causan de que algo les quedó faltando. En ese misterio, se aloja la belleza.
A excepción de “El viejo y el mar”, sus novelas no tuvieron buena recepción de la crítica. Bolaño, sin embargo, pensaba que, aún en “Tener y no tener” (supuestamente su peor novela), hay algo hermoso. Lo mismo sucede con “Por quién doblan las campanas” y, sobre todo, con “Al otro lado del río y entre los árboles”. A pesar de los derrapes, Hemingway consiguió transmitir la emoción de los temas vibrantes de su obra: lo inútil de la victoria y la elegancia en el sufrimiento.
La inutilidad de la victoria la experimentó cuando, al concedérsele el Nobel, se lamentó de su incapacidad para ir a Estocolmo, alegando las secuelas de la conmoción cerebral producida por dos aterrizajes violentos y sucesivos en África.
De la elgancia en el sufrimiento, dejó una versión rara.
Hemingway había cambiado Cuba por esa casa de Ketchum donde terminaría sus días. “Un domingo por la mañana se levantó muy temprano. Mientras su mujer aún dormía, encontró la llave de la habitación donde estaban guardadas las armas, cargó una escopeta de dos caños que había empleado para matar pichones, se puso el doble cañón en la frente y disparó. Paradójicamente, dejó una obra por la que pasean todo tipo de héroes con estoico aguante ante la adversidad. Una obra que -como dijo Anthony Burgess- ha ejercido una influencia que va más allá de la literatura, pues incluso el peor Hemingway nos recuerda que, para comprometerse con la literatura, uno tiene primero que comprometerse con la vida”, concluye Vila Matas.
IV. Hemingway escribió la mayor parte de su obra entre mediados de 1920 y mediados de 1950. Ganó el Premio Pulitzer en 1953 por "El viejo y el mar" y al año siguiente el Premio Nobel de Literatura por su obra completa. Publicó siete novelas, seis recopilaciones de cuentos y dos ensayos. Póstumamente se publicaron tres novelas, cuatro libros de cuentos y tres ensayos. Muchos de estos son considerados clásicos de la literatura de Estados Unidos.
Entre sus obras más reconocidas destacan ‘El viejo y el mar’, ‘Por quién doblan las campanas’, ‘Fiesta’ y ‘Adiós a las armas’.
V. Ernest Hemingway tuvo a Cuba como residencia permanente entre las décadas de 1940 y 1950, aunque en este periodo viajó varias veces a Europa y África, donde casi muere en dos accidentes aéreos en 1954, que lo dejaron tan seriamente enfermo.
En uno de sus retornos a Cuba, en 1957, comenzó a dar forma a su autobiografía ‘París era una fiesta’, que fue publicada póstumamente en diciembre de 1964 y que reúne sus memorias en la Ciudad Luz en la década de 1920, cuando eran “muy pobres, pero muy felices” con su primera esposa, Hadley Richardson.
Pero en 1960, Ernest Hemingway y su cuarta esposa, Mary Welsh, decidieron salir de Cuba para nunca más volver, pese a que el escritor mantuvo buenas relaciones con el gobierno de Fidel Castro y hasta llegó a comentar al New York Times que estaba “encantando” con el derrocamiento de Fulgencio Batista.
La pareja salió de Cuba tras enterarse que Castro quería nacionalizar las propiedades de los estadounidenses y de otros extranjeros en la isla. Ambos dejaron la isla.
En 1959, Ernest Hemingway compró la casa en Ketchum, donde se suicidó, al igual que su padre y sus hermanos.
VI. El año pasado se reeditó 'Las verdes colinas de África', el relato de un safari de cacería en las llanuras del Serengeti, una crónica de aventura y un desafío literario que Ernest Hemingway se formuló a sí mismo.
Anticipándose en décadas al clásico ‘A sangre fría’, de Truman Capote que relata hechos reales en forma novelada, Hemingway quiso demostrar que “un libro de hechos absolutamente reales” puede “competir con una obra de la imaginación”.
Este año, el sello Libros del Zorro Rojo recupera “El viejo del puente”, uno de los relatos que el Premio Nobel dedicó a la Guerra Civil española.
Se trata de un breve texto que llega enriquecido con las ilustraciones de Pere Ginard y un epílogo del hispanista Ian Gibson. Hemingway nos traslada al Domingo de Pascua de 1938 cuando la población civil cercana al delta del Ebro huye ante la inminente llegada de las tropas fascistas. Un viejo sentado cerca del río es testigo de la derrota, que corrobora un terror ejemplificado en la desesperación de sus animales a los que ha tenido que dejar en el camino.
De lectura "obligatoria"
El viejo del puente
Editorial: Libros del Zorro Rojo
Reeditado en 2016
El viejo y el mar
(The Old Man and the Sea)
Publicado en 1952
Editorial: De Bolsillo
Las verdes colinas de África
Publicado 25 de octubre de 1935
Reeditado en 2015.
Editorial: Charles Scribner's Sons