Con ellos se va una parte del mobiliario de la ciudad y de los puntos centrales de cada departamento mendocino. Es cierto que ya no se usaban y estaban perdiendo el calor humano, porque son cada vez menos los oídos pegados calentando el tubo. Pero estaban y los transeúntes habían terminado acostumbrándose.
Los teléfonos públicos ya comenzaron a irse y para peor, se van para siempre. El único consuelo es que llegarán equipos nuevos, aunque distintos, con la modalidad “semipúblico” y la posibilidad de enviar mensajes de texto, realizar llamadas a cobro revertido, utilizar tarjetas prepagas y un puñado de funciones más.
La empresa Telefónica cuenta con cerca de 5 mil líneas de telefonía entre teléfonos públicos, semipúblicos y locutorios en la provincia, de los cuales el 21 por ciento se encuentran a lo largo y ancho de la Ciudad de Mendoza. Lo cierto es que durante los últimos días la firma está desmantelando las pequeñas cabinas de los teléfonos públicos.
Además del desuso, otra de las intenciones de la medida es evitar el vandalismo que siempre sufrieron los aparatos. Es por eso que los nuevos dejarán las calles propiamente dichas para ubicarse en comercios, entidades y lugares vigilados.
“Estamos realizando un recambio tecnológico en el servicio de telefonía pública, renovando los actuales teléfonos instalados en vía pública por unos nuevos equipos, que ofrecen más prestaciones además de disminuir los posibles actos de vandalismo.
Se trata de una nueva generación denominada SAU (semipúblico auto instalable), que posibilita enviar mensajes de texto, recibir llamadas y realizar comunicaciones a celulares sin crédito, entre otras funcionalidades”, aseguraron ayer desde las oficinas centrales de Telefónica en Buenos Aires.
En todo el país
El recambio no sólo se está llevando a cabo en Mendoza, sino también en todas las provincias argentinas y se supone que además del cambio a una mejor tecnología, la iniciativa esta relacionada a que hoy en día la utilización del teléfono público es casi inadmisible frente a la de los celulares.
“El recambio viene impulsado por las nuevas formas de comunicarse que han modificado los hábitos y preferencias del público usuario de telefonía pública. La gran mayoría de éstos utiliza la telefonía móvil (en 1998 había 3,5 millones de teléfonos móviles y hoy más de 50 millones) y en particular el público joven que sigue a las nuevas tendencias como mensajería instantánea, mensajes cortos y otros aplicaciones sobre internet”, ampliaron desde Telefónica.
Si hay que renovar, se tira lo viejo y llega lo nuevo, algo que hacemos todos con los celulares, aunque con gran pena por el aparato que tanto nos sirvió durante años. Según informaron desde la empresa prestadora del servicio, los nuevos equipos telefónicos admiten el uso de todas las monedas de curso legal, tarjetas prepagas y cobro revertido (servicio 19), y se pueden utilizar para todo tipo de llamadas (locales, interurbanas, internacionales, 0800, 0810), además de permitir el acceso gratuito a los números de emergencias como el 911, 100, 101, 103 y 107 y a los números de servicio 110, 112 y 114.
Entre las virtudes del semipúblico que llega a reemplazar a los históricos teléfonos públicos está su fácil instalación en comercios, entidades y lugares vigilados, lo que disminuirá el riesgo de que sufran daños y agresiones, como la colocación de objetos en las ranuras de ingreso de las monedas y las roturas y trabas de los teclados de discado, como también roturas de vidrios en los soportes y la pegatina de afiches de publicidad no autorizada.
Jesús Herrera (37), un eterno caminante del Centro y los cafés del microcentro mendocino, aseguró haber visto un camión repleto de teléfonos públicos que vienen retirando durante los últimos días.
“Recién ahí caí que no estaban; me llama la atención que nunca se llevaron los de Telecom, la otra empresa que operó poco en Mendoza. Me acuerdo cuando se hacía cola para usarlos. Después todo cambió, pero nos habíamos acostumbrado a verlos, eran parte del Xentro y de a poco y sin darnos cuenta van desapareciendo”, aseguró con evidente melancolía.
