Da pena. Es verdad que hay una gran cantidad de inocentes que deberán pagar por un grupo de inadaptados, pero también es cierto que se tiró tanto de la cuerda que terminaron por romperla.
Después de la batahola que se produjo la semana pasada en el partido entre Universidad Nacional de Cuyo y el Cicles Club Lavalle, el equipo norteño terminó siendo desafiliado de la Liga Mendocina de Fútbol. Una decisión histórica y que mostró una acción de los dirigentes de calle Garibaldi que hay que destacar, porque haber pateado la pelota, nuevamente, para adelante hubiera sido más de lo mismo que ha venido pasando desde tiempos inmemoriales. Suspender sólo a los agresores y ser tibios con la institución es una receta remanida que, a la vista está, no ha dado resultados.
Ojalá sea el punto de partida para una refundación. Uno entiende el dolor de la gente de Lavalle, pero también ellos deben hacer la autocrítica de que no fueron capaces de frenar la locura, lo que quizás se pudiera haber hecho con las mismas energías que después juntaron para la televisión a los chicos de las inferiores en un pedido de que la decisión no se llevara a cabo. Un golpe bajo. Tampoco hubo una disculpa pública de los responsables de que un jugador terminara, con fractura, en un hospital sólo por haber querido festejar un triunfo deportivo e incluso se conoció que no es la primera vez que Lavalle tiene estos problemas "los árbitros no querían ir a dirigir allá", dijo Carlos Suraci.
Demasiados desaciertos. Frenar la pelota es muy saludable. El fútbol en general deberá replantearse soluciones y por eso coincido en la decisión de que todos jueguen a puertas cerradas. Tocarles el bolsillo es lo único que puede hacerlos reaccionar.
Todos somos responsables, incluso gran parte de la prensa que se ha acostumbrado a que el ingreso de un hincha no es un acto grave (pasó hace poco en cancha de Argentino) y que también critica a los violentos pero a la vez a los dirigentes cuando ponen los puntos sobre las íes. Tanto se habló en los últimos días de que Marcelo Gallardo debía cumplir el reglamento en la Copa Libertadores, pero después pedimos que no se haga lo mismo en casa. Porque la decisión del presidente de la Liga, Carlos Suraci, tiene su sustento legal en el reglamento y más precisamente en el artículo 79 cómo quedó especificado en la sanción. Qué hubiera pasado con la Liga si hubiera habido un muerto en el partido, todos le hubieran caído con dureza.
Los dirigentes tendrán que poner las barbas en remojo. Es verdad que están jugando un campeonato deficitario (la culpa es de quienes aceptaron este cronograma de certámenes nacionales), de eso no hay dudas, y que en ese contexto pagar la seguridad es un tema demasiado complicado, pero la realidad es que lo que pasó todos sabían que iba a pasar. Cómo también es un secreto a voces que todos los fines de semana hay algún incidente en algún partido de las inferiores, allí dónde los padres son los grandes responsables de que sus hijos no disfruten del deporte. Alguna vez el Club de Empleados de Comercio tuvo una actitud valorable, cuando su presidente Guillermo Pereyra sacó a toda una división de la competencia por agredir a sus rivales.
Y los futbolistas deberán entender que no se puede golpear a otro sólo porque, deportivamente me superó en esa oportunidad. El resultado es un accidente del juego.
Debemos también acostumbrarnos a entender que el que gane no es dueño de la verdad, ni el que pierde merece un escarnio público. Qué sería de nuestra sociedad si todos resolviéramos las frustraciones de nuestras vidas a los golpes. La calle sería un caos.