Enzo, ya estás en la historia

El “Principito” fue el primer mendocino en jugar la final de una Copa del Mundo. Ingresó tras la lesión de Di María y se ganó un lugar entre los once. Mostró un gran nivel de juego.

Enzo, ya estás en la historia
Enzo, ya estás en la historia

Los recuerdos van y vienen. Las palabras retumban en el corazón  y en la cabeza. Como las musas, aparecen caprichosas, cuando menos uno las espera. Afuera el Maracaná ruge con intensidad sin igual. Y el protagonista de ésta historia no parece oír a esas casi 80 mil almas que deliran por el inicio de la finalísima entre Alemania y Argentina. Él, Enzo Nicolás Pérez, el muchachito del barrio Antártida, de Luzuriaga, de su Maipú natal, sólo puede pensar en su familia, en sus amigos, en los sacrificios realizados, en el Súper Depor, en el Tomba, en su debut en Primera con apenas 15 años... Muchos, cientos, miles. Van y vienen. Emocionan. Arrancan lágrimas secretas que él alcanza a limpiar, con la misma facilidad con que se suma al circuito ofensivo comandado por un tal Lionel Messi. Está en la historia. Ya lo sabe. Lo confirmó. Tiene bien merecida su medalla. Ayer, 13 de julio de 2014, su nombre se suma a la historia grande del deporte provincial: es el primer mendocino en haber disputado la final de una Copa del Mundo con la camiseta albiceleste. Sus virtudes lo llevaron allí. Su sacrificio. Su compromiso. De ahí el orgullo de tantos. De ahí que nos queden las palmas rojas de aplaudir sus intervenciones. De ahí que sus lágrimas por no alcanzar el objetivo sean las nuestras. 
No habrá consuelo por estas horas, pero que mejor que alejarse de los hechos para comprobar la magnitud de los mismos. Es tiempo de descanso. De disfrutar de la familia y el cariño de su círculo íntimo. 
"Es difícil analizar en caliente el partido apenas terminado. Creo que si la pelota de 'Pipita' entraba, hubiera cambiado todo, hubiera sido otra la historia. Pero no entró y ahora hay que levantar la cabeza", son sus primeras palabras tras la derrota. No hay rastros de lágrimas en su rostro. Prefiere mostrarse entero. Su familia lo espera y quiere fundirse en un abrazo con ellos. "Sigue la bronca, la tristeza, así que ahora hay que tratar de salir adelante, de estar con la familia y los seres queridos de cada uno. Lo vamos a necesitar después de este golpe". E inmediatamente aparece la palabra que más repetimos ayer los argentinos: injusticia. Que lo diga él. "Este equipo merecía la Copa por todo lo que trabajó, pero el deporte es así, se gana y se pierde. Llegar a una final no es fácil y lo logramos. Hay que tomar esas cosas positivas que es lo más importante", dice. 
Afuera, mientras los alemanes siguen con su fiesta, el mundo comienza a girar, recuperando su pulso normal. La realidad volverá, despacio, casi sin avisar, a colarse en cuanto resquicio de vida encuentre. Las charlas de café dirán que Argentina mereció más, que el "tano" Rizzoli nos quitó la ilusión y que el "Principito" (como lo llaman por su fanatismo por Enzo Francescoli) le dio la razón a Sabella con su convocatoria. Enzo ingresó tras la lesión de Ángel Di María y se ganó su lugar entre los once. En total, a lo largo de tres juegos, disputó 224 minutos. Fue ladero de Javier Mascherano y Lucas Biglia a la hora de contener los embates rivales. Fue socio de Gonzalo Higuaín y Messi para jugar. Estuvo allá y acá. Corrió por él, por vos, por mí, por tantos que miramos cómodamente el juego frente a una pantalla. Lo reconocieron los medios, lo aplaudieron los que tuvieron la chance de viajar y lo abrazaron tras cada encuentro sus compañeros. 
Este Pérez, que pudo ser cualquiera de los que sale en la guía telefónica y que sin embargo eligió un destino de ensueño, se le plantó cara al mismísimo Toni Kroos tras un cruce. "In your face Toni". Nunca se achicó. Siempre apareció para pedirla, aún cuando no estuvo fino en la pase y falló varias entregas. 
Le tocó bailar con la más fea. Por su lado escaló siempre el lateral Philipp Lahm. La insignia con banda en el brazo. El capitán. El Panzer alemán. Y debió batallar más de la cuenta. Por eso la sustitución. Por eso la fatiga anunciada tras haber corrido casi diez kilómetros. Hizo lo que pudo y más. Dejó el alma en la cancha. Metió y corrió como cada uno de los más de 40 millones de Argentinos hubiéramos hecho. Terminó con lágrimas en los ojos tras el gol traicionero de Mario Götze. Y en la historia. Llegó más lejos que cualquier otro mendocino. Por eso este reconocimiento.

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