El maltrato de animales domésticos y la muerte de muchos de ellos, en su condición de callejeros, es una noticia que se repite periódicamente en el Gran Mendoza y en otros departamentos.
Es una crueldad inaudita que practican personas desalmadas, antisociales, enemigas de la convivencia social.
La noticia que mueve a este comentario ocurrió en estos días, con la matanza de un poco menos de 30 canes (otra versión daba un número menor, aunque igualmente es un hecho deleznable), en el barrio Soeva II de Godoy Cruz
La forma de eliminarlos fue empleando un peligro fosforado, fatal para los ejemplares, muchos de ellos que deambulaban por la vía pública pero que tenían dueño. El veneno utilizado podría haber afectado a alguna persona que hubiera tomado contacto con el animal muerto, en especial niños, que en un descuido pudieran haber tenido el infortunio de tocar el animal sacrificado o la materia utilizada para tal fin, lo que afortunadamente no ocurrió.
La Municipalidad de Godoy Cruz denunció ante una Fiscalía Correccional la matanza ocasionada en esa conocida como muy habitada barriada, unidad judicial de la que se espera que pueda producir resultados y que éstos se traduzcan en sanciones ejemplares a los autores.
Lo dramático del caso es que los residentes en la zona habían denunciado la muerte de mascotas desde finales de julio pasado.
Estas atrocidades se repiten a lo largo y a lo ancho de la provincia, pero difícilmente se consigue ubicar a los responsables de estas barbaridades, y menos castigarlos.
En el caso que nos ocupa los bichos muertos no solo son callejeros sino que también hay mascotas de los habitantes del Soeva II, que en determinadas horas de la mañana los liberan para que retocen por la vecindad, lo que en general no molesta mayormente a los demás residentes, pero sí al parecer a uno o más individuos que se encargaron de esparcir un agroquímico de muy alta toxicidad para acabar con ellos.
Para el personal del municipio, los animales habrían sido envenenados con un elemento fosforado que podría ser carbofurán, la misma sustancia tóxica que en julio del año pasado se esparció sobre carroña para que se alimentasen de ella y muriesen varios cóndores, hechos que ocurrieron en Malargüe, Potrerillos y Uspallata.
El diagnóstico de los casos en el Soeva lo brindó el veterinario municipal al afirmar que los síntomas en los canes eran compatibles con cebos envenenados con un organofosforado.
Los primeros animales muertos aparecieron a fines de la última quincena de julio, según los damnificados.
El caso de exterminio de estos animales recuerda la eliminación de perros ocurrida en agosto de 2017 en el Parque Metropolitano de Maipú, aunque en ese caso fueron muertos por mutilación.
Las asociaciones mendocinas protectoras de animales están haciendo mucho por asegurar el bienestar animal. Protegen y amparan a cientos de canes y gatos sin dueños y procuran su esterilización y vacunación, además de ampararlos en sitios que sus integrantes arman y mantienen.
Ahora es de esperar que el accionar policial y la investigación judicial dé con él o los responsables de esta nueva brutal agresión, que, como se ha expresado, pudo haber puesto en peligro a humanos.
También recordamos que el año pasado se presentó en el Senado un proyecto para crear el programa "Perros al servicio de la comunidad", con la pretensión de recuperar animales en estado de abandono, que debían ser llevados a un centro de contención para realizar un proceso de higiene, sanidad y profilaxis para su posterior adiestramiento. Seguramente un plan que necesitaría mucho esfuerzo, manos dispuestas a realizarlo e inversión. Algo difícil de realizar, lo reconocemos, pero cuánto más positivo que la situación actual, en que se ve deambular a cientos de canes sin destino o los degradantes actos de envenenamiento que se ejecutan con dramática periodicidad en nuestros barrios.