Muchas veces el destino juega partidas que uno cree que son fortuitas pero tienen mucho que ver con las realidades. Hoy el fútbol argentino está atravesando un momento coyuntural complicado; una crisis casi sin precedentes y tal vez sólo comparable con aquella implosión en 1931, que terminó con la implementación del profesionalismo en nuestro país.
La misma tenía que ver con una realidad política no muy cómoda en Argentina. El desgaste del gobierno de Yrigoyen había llevado a que, el 6 de setiembre de 1930, Uriburu, al mando de las fuerzas armadas, derrocara al presidente y por primera vez en la historia nacional un gobierno “de facto” disolviera el Congreso Nacional.
En lo netamente deportivo, nuestra Selección venía de conseguir el segundo lugar en el Mundial de Uruguay frente al organizador (1930), lo mismo que había pasado en los Juegos Olímpicos del ‘28 en Amsterdam frente al mismo rival. Es decir, había caído en dos finales consecutivas. (Cualquier similitud con la actualidad del equipo de Martino es mera coincidencia).
Ascensos y caídas
Hubo una revolución de las bases futbolísticas en 1986, cuando los dirigentes del interior le exigieron al a AFA la creación de una competencia regular, sistematizando los ascensos y descensos. Se reestructuró el sistema de competencias y se cambió el calendario por el de tipo europeo -es decir, las temporadas pasaron a comenzar a mediados de año y a finalizar a mediados del siguiente-, por lo que a partir del torneo 1986-87 y hasta la temporada 2013-14 los campeonatos de las distintas divisiones se disputaron con esa estructura.
El Nacional B fue creado para federalizar el fútbol argentino y que no quedara sólo reducido a equipos de Buenos Aires, el conurbano bonaerense y muy pocos equipos de otras ciudades importantes de Argentina que están directamente afiliados.
En el ámbito nacional, la población vivía una luna de miel con sus líderes políticos. Se venía saliendo de un proceso de siete años de gobierno militar y había expectativas de que Alfonsín (del mismo partido político que Yrigoyen) podía liderar el cambio.
En ese contexto, la Selección consiguió uno de los títulos más importantes de su historia, el Mundial '86, del que se están cumpliendo 30 años durante este mes de junio. Ese equipo tenía al mejor jugador del mundo, pero no contaba con el apoyo popular y hasta el gobierno de turno pensó en meter mano y presionar para la salida del director técnico.
En los dos casos citados, la lucha por el dinero fue el desencadenante de la situación. En el '30, porque los jugadores no querían ver cómo el dinero que ellos generaban con la venta de miles de entradas se quedaba en otros bolsillos y en el '85/'86 porque los clubes del Interior no querían quedar fuera del negocio.
Una rueda interminable
Aseguran que la economía es cíclica y que los problemas vuelven, tarde o temprano, a repetirse. Hoy, la pelea que ha llevado a que los clubes grandes (River, Boca, Racing y San Lorenzo, hoy por lo menos) se le planten a la AFA, tiene que ver con los ingresos de la televisación de los partidos. La torta es tan grande que nadie quiere quedarse sin su tajada.
La forma del reparto del dinero que se propone, o por lo menos la iniciativa que ha trascendido, tendría efectos colaterales para la salud del deporte. Es que 6 partes del total serían destinadas para engrosar la billetera de los grandes y 2 o 1 para el resto de la grilla de clubes, según su ubicación en la tabla.
En el medio de la casi segura creación de la Súper Liga, lo que volverá a marcar un antes y después en el fútbol argentino, el país pasa por un proceso en el que se salió de una largo período de gobiernos peronistas y en el que la gente está esperanzada en un cambio.
Aunque, como pasó en los '80, teniendo que afrontar una devaluación y ajustes que han llevado a que el humor popular no sea el mejor.
La jugada del destino
Con un escenario similar a los anteriores, la Selección vuelve a tener la oportunidad de reencontrarse con la gloria. Llega con dos finales perdidas y una mochila cargada con 23 temporadas sin festejar un primer puesto. Hoy, Argentina tiene al mejor jugador del mundo, pero no cuenta con el apoyo masivo. Desde el gobierno y la dirigencia “afista” apuestan a que un festejo en Estados Unidos puede servir como bálsamo para semejante cantidad de problemas.
¿Coincidencias? ¿Jugadas del destino? Preguntas sin respuestas. La única certeza es que, como dice el tango, la historia vuelve a repetirse.