Con tres rosarios colgando de su cuello, paso lento y voluntad firme, María Sara Tapia (82) llegó ayer hasta el Calvario de Carrodilla para cumplir con una promesa que hizo hace más de 40 años. Cuando tenía 39 ella padeció una fuerte depresión y gracias a su fe en Dios pudo salir adelante. “Me sentía mal físicamente, estaba angustiada y le tenía miedo a todo. Me vieron cinco doctores en el hospital Central y ninguno pudo hacer nada”, recordó.
Tanto era el malestar que ella manifestaba que los profesionales hasta le recomendaron que viera a un espiritista. “Parecía que no tenía salida, pero un día estaba acostada en la cama y vi en el techo de la habitación reflejada la cruz de nuestro Señor y me dije a mí misma: esa cruz me va a salvar”, relató la mujer.
En ese momento, comenzó a rezar y prometió que si se curaba todos los años para el Viernes Santo iría hasta el Calvario caminando. “Y así fue, me curé completamente y desde entonces empecé a venir todos los años a pie primero desde Las Heras y después desde Guaymallén. Pero hace tres años el cuerpo no me da más y empecé a venirme en micro”, contó a la vez que aseguró que seguirá firme con su compromiso hasta que tenga fuerzas.
Hoy Sara se describe a sí misma como una agradecida a Dios. “Porque me dio cuatro hijos, todos buenos, trabajadores y luchadores, al igual que mis yernos y nuera; 16 nietos y 18 bisnietos”, narró convencida. Como muestra de su gratificación ella se anotó hace algunos años como misionera de la Virgen de Guadalupe.
“Y ahí estamos acompañando a la Virgencita a donde nos van necesitando”, deslizó. Junto a una amiga, ella hizo fila pacientemente hasta llegar al sepulcro donde pudo demostrar su devoción.
De la misma manera que Sara, más de 200.000 personas recorrieron desde el jueves a la tarde el sitio religioso donde se conmemora la acción litúrgica de la Pasión del Señor, lo que es considerado como la principal actividad de Semana Santa. Ayer, desde temprano, los fieles comenzaron a llegar al sitio ubicado en el límite entre Godoy Cruz y Luján.
La primera celebración fue a las 8.30 y la segunda a las 10 con la presencia del arzobispo Carlos María Franzini. Algunos eligieron realizar el Vía Crucis por las estaciones, mientras que otros visitaron el sepulcro, la parroquia de Nuestra Señora de la Carrodilla y la capilla del Calvario.
Cientos de historias
Por la paz del mundo. María Amalia Robert (73) se dio cita en el Calvario como todos los años desde que era una niña. “Vine agradecer y a pedir por el mundo entero que está necesitado de paz, las cosas que están pasando son terribles.
Y también por los enfermos de cuerpo, pero sobre todo de alma”, dijo la mujer que toda su vida asistió a un colegio religioso. “Si por esas casualidades el Viernes Santo me encuentra de viaje, voy a la misa más cercana que encuentre porque siempre cumplo con Cristo”, aseguró a la vez que comentó que llegó hasta ese lugar acompañada de su hermana.
Por el bienestar de su hijo. La pareja formada por Marina Pérez y Ernesto Ríos se acercó hasta el sitio religioso para pedir bendiciones para su hijo Manuel de 20 años que próximamente partirá a Colombia por un intercambio estudiantil. “Tratamos de ser padres piolas, pero como es nuestro único hijo sentimos un poco de temor por no poder acompañarlo”, reconoció la mamá.
“Por eso, hoy (por ayer) vinimos especialmente hasta acá, para que Dios lo bendiga y para que nos ayude a superar nuestros miedos”, confesó la mujer.
Agradecido de por vida. Cuando tenía cuatro años, Manuel López (62) padeció una inflamación del riñón conocida como nefritis. “Para que me curara, mi mamá hizo la promesa de traerme hasta el Calvario descalzo y vestido de Jesús”, recordó el hombre.
Como luego del tratamiento, su hijo se mejoró la mujer cumplió lo prometido. “Me trajo hasta con una corona de espinas y desde ese entonces no dejo de venir”, destacó el hombre, quien es miembro activo de la comunidad religiosa mendocina. “Todos los domingos voy a misa y en Semana Santa es todo un compromiso venir para acá”, añadió.
La visión del referente de la Iglesia Católica
El arzobispo Carlos María Franzini se hizo presente en el Calvario para presidir la celebración de la 10. “Éste es mi tercera Semana Santa en Mendoza y siempre es notable la multitud de gente que viene tanto acá como a distintos lugares de la diócesis donde se realiza el Vía Crucis”, expuso el prelado. Para él, Semana Santa se trata de un tiempo privilegiado para “dejar que Dios nos toque el corazón y nos llené la vida de alegría”.
Según Franzini, los pedidos más frecuentes de los fieles son “paz, trabajo, alegría, unidad en la familia, que cese la violencia y la inseguridad porque le preocupa mucho”. Franzini resaltó que hoy es un día de silencio y recogimiento y que por la noche se realizará la gran fiesta de la fe. “Se trata de la Vigilia Pascual, cuando los cristianos somos invitados a renovar nuestro bautismo y a volver a elegir esto que somos, cristianos que queremos vivir con fidelidad a Dios”, dijo horas antes de participar en el Vía Crucis que se desarrolló al cierre de esta edición.