La adrenalina terminó, la euforia y los festejos -de estas últimas dos semanas- cerraron un nuevo ciclo deportivo en los Juegos Panamericanos. Toronto, la ciudad que se aventura a una próxima candidatura Olímpica, comenzará a ser un grato recuerdo a medida que Lima 2019 sea el horizonte cercano.
Para la Misión argentina, aún con las pulsaciones muy altas, comienzan a trazarse conjeturas y se bocetan análisis de actuaciones y balances. Nuestro país ocupó el séptimo lugar en el medallero de Canadá, sumó 75 preseas (15 oros, 29 platas y 31 bronces). Igualando el global conquistado hace cuatro años atrás en Guadalajara, México.
Nuevos héroes le dieron al deporte nacional un esperado impulso y hacen soñar -a corto plazo- con una destacada actuación en los Juegos Olímpicos de Río 2016. La natación, con la consolidación del rosarino Federico Grabich (oro en los 100 m estilo libre) recuperó un protagonismo que desde el retiro del cordobés José Meolans (oro en los 100 m en Santo Domingo 2003) había dejado vacante.
Julián Pinzás (abanderado en la ceremonia de clausura) y Miguel Amargos pusieron al karate sobre el tapete; tomaron el primer escalón del podio y le dieron a esta disciplina de contacto el mismo relieve que México 2011 había conseguido el Taekwondo de la mano de Sebastián Crismanich.
Mientras que otras actividades, que trabajan en el más profundo de los silencios, repitieron sus laureles; como por ejemplo, el patinaje artístico. Giselle Soler (con su rutina en el programa libre) le dio la primera presea dorada a la delegación nacional. La porteña, de 18 años, siguió construyendo aquella torre que su hermana Elizabeth había cimentado en la justa azteca.
Grandes esperanzas
Argentina dijo presente, afrontó un período de preparación de cuatro años intentando reposicionarse en el medallero, escalar, el objetivo inicial era competir por el 5to puesto. Un peldaño que la misión albiceleste no ha conquistado desde Winnipeg 1999, en Canadá, con 72 medallas en el global (25 oros, 19 platas y 28 bronces).
El secretario de Deporte de la Nación, Carlos Mauricio Espínola, afirmó que los resultados obtenidos en Toronto 2015 “demostraron el crecimiento del deporte argentino”. ‘Camau’, dos veces ganador de la medalla de plata en windsurf en los Juegos Olímpicos, agregó: “Se han logrado resultados en deportes que desde hace mucho tiempo no conseguían medallas. Esto demuestra el crecimiento”.
Argentina comenzó a naturalizar un fuerte apoyo de la Secretaría de Deporte de la Nación, y el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard), creado en 2009, tuvo en los Juegos de Toronto su primera gran prueba de fuego. Un ciclo panamericano completo, los cuatro años necesarios para acompañar en la planificación de todas las disciplinas y su desarrollo.
También es verdad que la delegación nacional -esta vez- no mostró el crecimiento deseado, el apoyo económico para afrontar la preparación “muchas veces reclamada” por nuestros deportistas de elite fue un hecho. Con las cabezas más frías los balances individuales, en los números, arrojarán un ilusorio estancamiento.
Habría que pensar en crecimiento sostenido de de Canadá (que durante la primera semana lideró el medallero) y de Brasil (que se prepara para dar batalla al mundo en Río 2016), dos de nuestros principales rivales en la lucha por conquistar una presea de oro. A modo de ejemplo, en los deportes colectivos, el hockey sobre césped masculino venció al anfitrión y la Selección masculina de voley al multicampeón brasileño.
Estos Panamericanos, el tercer evento multidisciplinario a nivel mundial, deberían haber marcado un salto evolutivo; pero -lejos de las previsiones oficiales- la bandera celeste y blanca flameó menos de lo esperado. Más allá de los datos positivos, de las disciplinas puntuales, y de las explicaciones matemáticas, Argentina volvió a ser esperanza.