Advertencia: la siguiente nota está plagada de nostalgia (de la linda) y recuerdos de la infancia.
"Hace un tiempo entró una chica, debe haber tenido unos 40 años. Venía a buscar la muñeca 'Fiorella'. Cuando la encontró se emocionó porque se acordó de que cuando era niña la quería pero su mamá no se la podía regalar; por eso ahora la agarró y la compró con alegría".
Ese breve y emotivo viaje hacia la infancia ocurrió en la juguetería Marilú y su testigo fue nada más y nada menos que el propio dueño del local, Héctor Rossi. Y aunque pareciera que una juguetería es el lugar soñado para que los pequeños dejen volar su imaginación, más de un adulto se da el 'permiso' de reencontrarse con su niño interior y con sus recuerdos más queridos de la etapa más inocente de la vida.
Pero la historia de la mujer que quería a su Fiorella se multiplica varias veces y se ha transformado en una suerte de tendencia: el furor por los juguetes ochentosos y noventosos prendió fuerte entre los mendocinos y muchos están atentos a cualquier oportunidad para conseguir verdaderas joyas que pueden valer desde $50 (el tradicional tiki-taka o los YO-YO de las Tortugas Ninjas), hasta los $21.500 que cotiza la mochila de los Cazafantasmas (el Proton Pack) en su caja original.
¿Fanatismo? ¿Nostalgia? ¿Negocio? Tal vez una, tal vez la otra… o probablemente todas juntas. Y hay personas que se lo toman verdaderamente muy enserio.
La pasión sobre ruedas y a escala
Pedro Bonell (47) es un reconocido empresario de servicios y eventos gastronómicos de nuestra Mendoza. Sería difícil establecer qué le provoca más devoción: si su trabajo (por ejemplo colaboró en la cumbre del Mercosur que se realizó en la provincia) o la colección de autos a escala (una de las más grandes en la región). En su domicilio de la Quinta Sección empleados y clientes van y vienen con vajillas, manteles, sillas y decoraciones. Pero detrás de ese ritmo frenético Pedro conserva un lugar que cuida como un santuario: su oficina, tal vez es el área más importante de todo ese local. Pero eso se debe a que allí guarda entre 1000 y 1300 autos de colección.
El fanatismo por estas verdaderas obras de arte empezó desde pequeño, pero a partir de 2008 se enfocó en cuanto catálogo de autitos surgiera por ahí: "Empecé a juntar motitos pero con el tiempo seguí con los autos de rally, taxis y con los Hot Wheels de películas. Me bajaba por internet los catálogos y los buscaba en los kioskos de revistas o negocios".
Sin embargo esta pasión no se detuvo y fue tras sus tesoros más preciados, las camionetas: “Cuando comencé a coleccionar camionetas empezaron las trabas a las importaciones y acá no se conseguía nada. Por eso me contacté con un primo en Chile que empezó a traerme todo lo que no encontraba acá”.
Pedro asegura que su vasto repertorio incluye 1003 -con esa precisión está hecho el conteo- vehículos exhibidos y cerca de 300 guardados en cajas, aunque lejos está de detener su pasión: actualmente lleva varias colecciones a la par y le faltan unos 170 autos para completarlas más los que tiene en carpeta. Todo lo cual puede arrojar la cifra final de 1500 autos.
Y ante tanto material para observa los ojos de cualquier visitante no se detiene más de cinco segundos por carro, ya que el deseo de verlos a todos es incontenible. Pero cuando aparecen el Ecto I, los diferentes Batimóviles, los DeLorean de Volver al Futuro, el Troncomóvil de Los Picapiedras, el Ford Super Deluxe 1948 del señor Miyagi (Karate Kid) o el amplio repertorio de los vehículos de Rápido y Furioso; no queda más que rendirse a la nostalgia.
“Todo lo hago por hobby, esto me encanta”.
Juguetes argentos
Héctor Rossi, de Marilú, contó que muchos de los juguetes de la década del ochenta fueron hechos en el país por una firma local que adquirió los derechos: "Los personajes que fueron furor como Los Cazafantasmas, Rambo o Las Tortugas Ninjas los hacía Jocsa en San Luis. Nosotros éramos amigos de los dueños y cuando en el menemismo comenzaron a ingresar masivamente artículos importados, la firma entró en crisis y cerró. Nosotros terminamos comprando la mercadería que le quedaba".
Parte de esa mercadería es la que hoy se exhibe en el local y por la que ya pasaron numerosos coleccionistas en busca de cuanto artículo pudiera obtener. Entre lo que se puede encontrar todavía están los recordados juegos de mesa como el Come Queso, Viaje Espacial, Club 2 con 50 o el Ludomatic.
También hay un interesante repertorio de personajes de la tira Locademia de Policías y de 'bebotes'. Y para los amantes de la tecnología todavía quedan consolas del Family Game o el Sega y muchos cartuchos con juegos para no aburrirse.
Y si bien muchas de estas chucherías cotizan más ahora que cuando salieron al mercado por primera vez (la mayoría de ellos son de la época del uno a uno), no todo pasa por el dinero en este universo de la nostalgia como bien lo explicó Héctor: "Acá estamos cerca del Hospital Central y de la Comisaría 3°, que son dos lugares donde hay tensión y nerviosismo permanentes. Por eso muchos adultos entran a la juguetería solo a mirar y pasan varios minutos frente a aquellos objetos que tenían en su infancia, porque así es como que vuelven a encontrarse con la familia unida y con aquellos seres queridos que tal vez ya no están".