Hace dos semanas en este mismo diario se publicó una nota sobre la jerga "tumbera" y sobre la incidencia de los medios de comunicación en ella, que la hacen trascender los muros de la cárcel para mezclarse con el habla de la calle.
Para esa fecha tuve un intercambio de opiniones con un amigo que estaba en contra de la difusión de ese tipo de artículos. En los comentarios de algunos usuarios en las redes sociales encontré el mismo rechazo, acompañado de duros cuestionamientos a Los Andes y a este redactor por contar una parte de la realidad de muchos mendocinos.
Un mes antes, un artículo sobre el significado de los tatuajes carcelarios también fue un éxito en lecturas pero generó similares reacciones.
Simultánea y paradójicamente, las notas en cuestión fueron leídas y compartidas por miles de lectores que, quizás fascinados por una realidad que les es ajena, se aproximaron a esas vivencias. Sin embargo, quienes se mostraron en contra de ese tipo de artículos se tomaron "la molestia" de leerlos y de expresar su descontento. ¿Por qué entonces alguien "gastaría" su tiempo en asomarse a otra existencia y criticar su publicación, si no le interesa?
La discusión con mi amigo se trasladó luego a la mesa de un bar, donde encontré el respaldo de otros colegas. Coincidimos en algo: una de las misiones del periodismo es reflejar las distintas aristas de nuestra realidad, atravesada por numerosos factores sociales, económicos, culturales. ¿Acaso porque no quiera ver lo que sucede dejará de existir? ¿Acaso no puede y, más aún, debe el periodismo mostrar, en la medida de lo posible, cada una de esas realidades?
Por otro lado, series televisivas nacionales como "El Marginal" y "Tumberos" alcanzaron gran éxito, incrementaron sus temporadas y lograron históricos picos de rating. Evidentemente, lo que nos muestran nos interesa. Aunque más no sea para "chusmear" esas existencias ajenas.
Lo que no forma parte de nuestra cotidianeidad, aunque a veces nos incomode, nos interesa. Miramos a través de una rendija imaginaria lo que otros viven, ya sea en la televisión o en un medio gráfico, como en este caso. Habitualmente desde la comodidad de nuestro teléfono, televisor o computadora.
Quizás es porque, desde la cuna, estamos acostumbrados a que nos cuenten historias y hasta lo celebramos. En estos casos están marcadas por la realidad de un sector de la sociedad. Una realidad que, nos guste o no, sigue ahí, muchas veces en los márgenes hasta que una pluma o una cámara la ponen delante de nuestros ojos.
Tengo malas noticias para los detractores de estos artículos: seguiremos mostrando esas realidades y verdades "ajenas", para fascinación de algunos y malestar de otros. Con el mismo objetivo: seguir describiendo las diferentes aristas de la realidad, sabiendo que la nuestra no es la única verdad y atendiendo a que siempre el lector podrá optar por esas historias o aproximarse a otras y sentirse más cómodo con la que le resulte más cercana.