Mi lugar en el mundo: entre el Tapón de Sevilla y el B° Gráfico

Recorrer el barrio donde uno vive o vivió, invita a recordar historias, hechos de la vida cotidiana y personajes. Rincones de Godoy Cruz, pegados a Capital.

Mi lugar en el mundo: entre el Tapón de Sevilla y el B° Gráfico

Siempre viví en Godoy Cruz, a pocos metros de la ciudad capital, con el zanjón Frías como línea divisoria. En el histórico barrio Tapón de Sevilla, un nombre que ha quedado en el olvido, que remite a tiempos cuando había turnos de riego de frutales en la zona.

Hoy, tanta es la influencia de la ciudad que a la zona se la conoce como Quinta Sur, una denominación salida de las inmobiliarias, para dar continuidad y ritmo comercial de un sector capitalino hacia las primeras cuadras de esta parte de Godoy Cruz.

Es que en menos de 25 años el Tapón de Sevilla se transformó. Atrás está quedando aquel barrio de casas antiguas, algunas centenarias en las que vivieron reconocidos personajes, como Daniel Riolobos, un afamado cantante romántico y cuyo recuerdo está plasmado en el paseo que lleva su nombre en el espacio de Pascual Segura y Pellegrini.

Los negocios de comida y otros locales de servicios han borrado aquel viejo almacén de Don Francisco, de O’Higgins y 25 de Mayo. El hombre siempre ofrecía un caramelo o una feta de fiambre de regalo a los niños que iban a comprar. Su esposa, Doña Lorenza, continuó en la actividad hasta hace unos años y fue distinguida por la comuna.

¡Cómo olvidarse de las panaderías de Rizzo y Sánchez Álvarez que inundaban el barrio con el aroma a facturas recién sacadas del horno! O Mi Club, la pista de autos scalectrix más grande, ubicada sobre 25 de Mayo, casi Necochea.

Algunos todavía recordamos aquel olor en la lechería de los Elespe, en O’Higgins y el zanjón, cuando el empleado abría la tapa del gran envase de aluminio y llenaba nuestras botellas de vidrio o jarras.

O los depósitos de carruajes sobre calle Pompeyo Lemos (hoy Pascual Segura) y el zanjón. Siempre estaban allí, inmóviles. Nos imaginábamos que eran utilizados para hacer alguna película o para los desfiles de la Vendimia.

Para los más chicos, hasta los primeros años de los 90, ésa era una zona de juego. Todavía no habían comunicado Martín Palero (continuación de Belgrano Oeste, en la Quinta), con Segura y el sector parecía más una postal de la Mendoza rural o semi rural, un paisaje de Maipú o Luján por ejemplo, a tan sólo 700 metros lineales de la Casa de Gobierno.

Allí varios chicos como Humberto Vallejo, Marcelo Dabián, Julio Moreno o los hermanos Rolny nos juntábamos a jugar. Era un campito cercado por las vías del tren, un canal de riego (hoy revestido), el gran zanjón y la calle Pellegrini.

El tren era una inmensa mole de metal que hacía vibrar todo. Los más traviesos soñábamos con provocar un descarrilamiento, poniendo grandes piedras sobre la vía, mientras esquivábamos las espinas de los retortuños. Ilusos, afortunadamente, junto al canal, subidos a una baranda que los ferroviarios habían construido con rieles, esperábamos el interminable paso arrollador de la formación de carga o de pasajeros.

Con la misma picardía andábamos en bici por las calles vacías del barrio Kolton, donde vivía otro amigo: Carlitos Gervasio; por Pedro J. Godoy, Liniers y O’Higgins o nos cruzábamos a la capital, a hacer piruetas en las veredas de Andrade, en la zona bancaria y del Círculo Médico.

Allí nos juntábamos con amigos de la escuela Láinez, como Armando Damiani, Julio Vitón, Ale Lobarbo, Juan Corral, los hermanos Gómez, los Vizcaya, el Uva y Jorge Albornoz, con quienes todavía compartimos juntadas y asados.

Casi al mismo tiempo, con otros amigos, Daniel Carrique, jugador de Independiente Rivadavia, y Ale Herrería nos mudamos un poco más hacia el oeste, pero todavía seguíamos unidos a la zona y a los amigos y parientes. Nosotros fuimos la segunda etapa del Gráfico, que estaba separado de la primera por un campito.

Eso era antes, porque ahora construyeron tres barrios. Siempre a pocas cuadras de la ciudad, casi pegado al zanjón Frías, la vida en el "lejano oeste" de Godoy Cruz fue de aventura tras aventura. Ya desde la construcción de las viviendas, la naturaleza mostraba su poderío en el lugar.

Era domingo, en enero del 70. Íbamos por Andrade en el Citroën de mi madre a ver el avance de la obra, pero una correntada de agua nos llevó al lugar donde habíamos salido, la casa de mis tíos, en Rodríguez y Luzuriaga. El trágico aluvión que se llevó el antiguo dique Frías impidió la visita. Allí pasamos el terremoto del 77 y la explosión de la esfera de Gas de Av. Las Tipas (ex Gas del Estado).

Los amigos de la ciudad siempre querían venir al barrio porque las casas estaban entre los cerros, escenario de aventuras de cow boys-indios, guerritas.

En las lagunitas que se formaban junto al canal Civit, (el cauce que transporta el agua del río Mendoza hasta la principal potabilizadora de la ciudad, Alto Godoy, en el Parque), teníamos un criadero de sapos que poco a poco fueron desapareciendo, como en el resto de la provincia.

En los cerros después construimos canchitas y pistas de bicicross. Y más al oeste, cruzando el dique Frías, los mágicos cerros de la era paleozoica ofrecían un buen campo para jugar a los exploradores, pasar por el túnel que atraviesa el dique era toda una aventura, hoy de mucho riesgo con tantas lluvias.

Ya un poco más grandes, nos íbamos hasta el Parque, que estaba a menos de 15 cuadras o al club Regatas la mayoría. Después con mis compañeras y compañeros nos reuníamos a estudiar en mi casa y nos íbamos a la Facultad, a la UNCuyo. Teníamos que tomar un sendero de 15 minutos.

Con los años dejé el Gráfico, y los recuerdos de la primera novia y de los amigos como Tony Arrigo o Pablo Iannuzzi. Gustavo Aguilar, que el año pasado se postuló para intendente por el partido socialista y Juancho Olivarez, que hace 30 años se fue a vivir con una vecina y amiga, Cristina. Los hermanos Amad, los Pérsico, Gabi Di Nasso, Julio, que fue a Malvinas y volvió muy mal.

El Ángel, que se fue muy joven, eran algunos de los pibes más grandes de un barrio que estaba rodeado de cerros y ahora forma parte de un conjunto de casas. También en los 90 se ampliaron los asentamientos inestables. Hoy toda esta zona ha mejorado después de los 90, está más cerca del Parque, a unas pocas cuadras, tras la ampliación del paseo hacia el suroeste, casi hasta el Liceo Agrícola.

De regreso al Tapón de Sevilla, el barrio materno, comenzó a mostrar los primeros edificios: primero fue la Villa Mediterránea, donde funcionó hace muchos años el Club Alemán. Luego siguieron tres edificios más sobre grandes terrenos. Al último lo construyeron donde funcionó la lechería.

Atrás quedó ese viejo barrio del campito junto a las vías con calles sin salida para que jugaran los chicos. Por ese sitio pasa hoy la ciclovía, que diariamente disfrutamos centenares de mendocinos y visitantes.

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