La noticia de la localización del submarino ARA San Juan, justo a un año de su desaparición, produjo una sensación que bien sintetizó el ministro de Defensa, Oscar Aguad, en la conferencia de prensa que brindó ayer junto a jefes de la Armada: alivio y dolor. Alivio porque se termina la incertidumbre y dolor porque se confirma que oficialmente los 44 tripulantes pasan a ser héroes de nuestras Fuerzas Armadas.
El navío siniestrado fue fotografiado en una zona que ya había sido rastrillada, a 500 kilómetros del Golfo San Jorge, a la altura de Comodoro Rivadavia, y a 907 metros de profundidad. Fue, en parte, un hallazgo que sorprendió, que no era esperado en el momento que se produjo, justo sobre el cierre de la primera parte del operativo que realizó el buque Seabed Constructor, de la empresa internacional Ocean Infinity, contratada por el Estado argentino para optimizar la búsqueda.
No se puede despreciar el dolor de los familiares de los marinos náufragos; todos sus reclamos han sido y serán válidos en medio de la impotencia que genera la brusca desaparición de un ser querido, más allá del también válido argumento de que todo militar en misión oficial está sujeto a cualquier tipo de riesgo extremo. Pero tampoco se debe dejar de reconocer el esfuerzo realizado por el gobierno nacional y la Armada
Argentina para encontrar al ARA San Juan en medio de una catarata de críticas y dudas sobre los procedimientos llevados a cabo desde el primer día. También debe ser muy valorada la colaboración de tantos países que se sumaron a la búsqueda en los primeros tiempos posteriores a la pérdida.
En el acto oficial llevado a cabo en Mar del Plata con motivo del primer aniversario del naufragio, un par de días antes de la impactante noticia, el presidente Mauricio Macri había prometido a los familiares de los marinos que la Nación no abandonaría la búsqueda del submarino. Su actitud fue elogiable, más allá de que muchos allegados a los marinos desaparecidos criticaron al primer mandatario por no haber tenido la cercanía que ellos hubiesen pretendido durante el año de incertidumbre vivido. Sin embargo, el Presidente no sólo expresó el dolor del Gobierno por lo sucedido; asumió el de la mayoría de los argentinos.
A partir de ahora la investigación judicial y los seguros estudios a realizarse para ver la posibilidad de rescatar al submarino de las profundidades oceánicas definirán el nuevo capítulo de este suceso, que constituye la mayor tragedia de la historia naval argentina. Se trata de un operativo de enorme complejidad, y de elevadísimo costo, que el Estado no está en condiciones de encarar, según la muy clara respuesta que dio ayer el ministro de Defensa ante la consulta periodística. La magnitud de la tragedia y su impacto emocional en la ciudadanía seguramente harán inevitable agotar todas las instancias para saber la verdad de lo sucedido.