"La vida es el arte de obtener conclusiones a partir de evidencias insuficientes" (S. Butler).
De las varias preguntas que quedan pendientes de respuestas, respecto a los comportamientos electorales del público, una que me atrae con fuerza es: desde la perspectiva de los electores, ¿qué candidatos tienen significado de representación y cuáles de instrumento?
Si se trata de elegir un representante, su pertenencia partidaria, social o territorial, la ideología, sus ideas, la gestión conocida, deberían tener primacía sobre otras cuestiones. Si lo que se busca es elegir un instrumento, el candidato elegido es una respuesta, de los electores, a la lectura que hacen del contexto político, económico y social, en un momento dado.
La idea del voto castigo, frustración o cansancio, la aceptación de las propuestas, está asociada a esta instancia.
La variabilidad en los comportamientos electorales, en un segmento de la sociedad, parece estar más asociada a la idea del candidato como instrumento. Mientras que los porcentajes de estabilidad en el voto, el piso electoral, parecen estar más asociados al candidato como representante.
De la respuesta a este interrogante pueden surgir enseñanzas interesantes para la planificación de las campañas electorales. La composición de un candidato, en sus distintos aspectos, imagen, actitudes, propuestas, relación con otros actores de la vida política, debería tener en cuenta estas distintas motivaciones. Tener significado de representación y no de instrumento, o viceversa, es un riesgo que debería ser evitado en la planificación de una campaña electoral.
La validez de los datos en que nos vamos a basar está asociada a la validez de la intención de voto obtenida con anterioridad y confirmada en las elecciones de octubre. Si una tiene validez, la otra -por asociación- también puede considerarse válida.
Ellos surgen de la respuesta libre a la pregunta ¿Por qué cree que el candidato que eligió es mejor que los otros?, realizada a posteriori de que el entrevistado expresara su intención de voto
Los datos
Según estos datos, un 54,6% de los electores motivan su voto en el candidato como representante y un 31,5% en el candidato como instrumento. El 13,9% restante no contestó o su respuesta no pudo ser categorizada por ser general (porque me gusta o por descarte).
De quienes hacen una lectura del contexto político desde "quien los va a representar" se destaca (analizaremos sólo los tres candidatos de mejor performance por razones de espacio):
Los que se representan por los atributos del candidato (honestidad, credibilidad, transparencia) con un 26,6% (Cobos: 69,6%; Abraham: 22,2%; Del Caño: 3,6%).
Los que se representan por la gestión conocida del candidato (como intendente, gobernador y vicepresidente) con un 22,2% (Cobos: 73,9%; Abraham: 23,5%; Del Caño: 0,0%).
Los que se representa por el partido de pertenencia, 20,7% (Cobos: 25,9%; Abraham: 57,4%; Del Caño: 5,6%)
Los que se representa desde un sector social (a los trabajadores; a la gente; los asalariados), 13,2% (Cobos: 26,1%; Abraham: 17,4%; Del Caño: 43,5%).
De los que hacen una lectura de los candidatos "como instrumento" predominan:
Sus propuestas como instrumento, 26,3% (Cobos: 26,6%; Abraham: 17,7%; Del Caño: 45,6%).
Cambiar, por un cambio, como instrumento, 22,9% (Cobos: 53,6%; Abraham: 5,8%; Del Caño: 31,9%).
Lo nuevo, lo diferente, como instrumento, 15,2% (Cobos: 2,2%; Abraham: 0,0%; Del Caño: 91,3%).
El candidato como instrumento de apoyo o cuestionamiento a la presidenta, 14,9% (Cobos: 37,8%; Abraham: 57,8%; Del Caño: 2,2%).
Nuestras conclusiones
La realidad no se puede cambiar, pero sí la lectura que se hace de esa realidad. Esa es la función de la planificación de una campaña.
Quienes fueron persuadidos de que, en la elección, debía elegirse el individuo más representativo o la gestión más representativa dieron ventajas a Cobos. Quienes fueron persuadidos de que debía buscarse la representación por el partido, dieron ventajas a Abraham. Del Caño logro ventajas en su representación de los trabajadores, los asalariados y la gente.
Quienes eligieron persuadidos de que los candidatos son "un instrumento para", eligieron a Cobos para un cambio; a Del Caño desde la propuesta y en la instalación de algo nuevo y, entre quienes lo hicieron como instrumento de apoyo o cuestionamiento de la presidenta, Abraham obtuvo ventajas.
Un dato de interés es el bajo nivel de referencia a la presidenta (ni a favor ni en contra) entre quienes manifestaban su intención de voto a favor de Del Caño.
Se destaca cómo Cobos integra mejor la lectura de representación y de instrumento y como la campaña de Del Caño logra integrar aspectos de representación y de instrumento que le permiten alcanzar la diputación nacional. También la significación del partido de pertenencia y el rol de la presidenta como alternativas para Abraham.
¿Los porcentajes de electores que hicieron distintas lecturas del momento electoral son indicativos de los logros persuasivos de las campañas? ¿Campañas distintas hubieran generado porcentajes de lecturas distintas? No lo sabemos.
Queda una enseñanza: mirar las campañas desde la perspectiva del elector, desde la capacidad persuasiva de cada una de ellas. Y una experiencia: analizar en forma integral el posicionamiento del candidato, como representante y como instrumento, en los electores de una realidad socio-política siempre diferente.