Una de las principales dificultades que se encuentra al hablar de construcción en tierra cruda -adobe, quincha, tapia, entre otras técnicas- es que se asocia a casas viejas y poco vistosas, a las numerosas edificaciones que se dañaron o derrumbaron con un terremoto, y a las vinchucas. Por eso, Leandro Vélez insiste en que el proyecto de la ecovilla en Uspallata permitirá presentar ejemplos de buena arquitectura, con diversas posibilidades de diseño.
Sobre todo, desde el Instituto de Bioarquitectura -que se está creando en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Mendoza- y del Cidep Cuyo (Centro de Investigación, Desarrollo y Enseñanza de Permacultura), están trabajando para comprobar que las viviendas construidas con estas técnicas pueden ser sismorresistentes. Esto, sólo cuando la tarea se realiza bajo la supervisión de un especialista.
Para ello, cuenta con un importante antecedente: los ensayos que se han realizado en el Ceredetec (Centro Regional de Desarrollos Tecnológicos para la Construcción, Sismología e Ingeniería Sísmica de la UTN), que han arrojado muy buenos resultados, no sólo para cerramiento sino incluso para utilizarlas como estructuras portantes.