Ensayo fílmico en primera persona

En “Carta a un padre”, su última película, el escritor y cineasta se reencuentra con la historia y la tierra de su familia. Un relato de los colonos judías y de las dudas de un hijo que se estrenó en el Bafici porteño.

Ensayo fílmico en primera persona

El cineasta y escritor Edgardo Cozarinsky propone en “Carta a un padre”, bello documental narrado en primera persona, un viaje a sus raíces perdidas en un pueblo de inmigrantes de origen judío de Entre Ríos, capaz de enlazar en un vaivén poético los sucesos más íntimos con el devenir histórico.

Los barcos, los viajes, algunas cartas familiares, eran las marcas existenciales del padre del realizador, quien decide -en este trabajo que integra la Competencia Argentina del Bafici- salir a buscarlas en su lugar de origen, un paraje entrerriano, Villa Clara.

El documental, durante poco más de una hora intenta una suerte de reconstrucción arqueológica, un ensayo visual que se arriesga a mostrar atisbos de recuerdos, rastros que ayudan a actualizar el pasado de un padre perdido tempranamente, cartas, objetos cotidianos, fotos ocre.

La belleza de las imágenes que se desgranan sin apuro, intentando responder a ciertas preguntas biográficas, cobran sentido en la paradoja de permanecer abiertas, revelando heridas históricas ligadas a militares y antisemitismo, en una estética susurrada y detallista.

Cozarinsky, quien se había decidido a narrar lo que sucede cuando huye el día en la poética “Nocturnos” (2011), donde participaban Esteban Lamothe, Esmeralda Mitre, Marta Lubos y Luis Ortega, en este documental parece apostar a sacar a la luz los vestigios ocultos de su historia vital, marcados por las épocas.

El laureado director aporta sus cadencias, silencios y preguntas suspendidas, tal y como ocurre en su obra.

-¿Cuál fue el origen de esta película que se decide por una cuestión tan personal y al mismo tiempo universal, en un vaivén poético que recorre épocas?

-Nunca sé cuál es el origen de un proyecto, no hay idea previa. En algún momento surge la necesidad de abordar un tema, las ganas de hacer algo. En este caso puede haber sido la conciencia de vivir muchos más años de los que vivió mi padre, tal vez mi afán de preservar algo destinado a desaparecer, un recuerdo, unas fotos.

-¿Cómo aparece entonces el pasaje de un proyecto a un film?

-En un momento determinado sé que hay un proyecto de película, de novela, de crónica, y a partir de entonces sigo la corriente.

-Los trabajos que desde 2010 viene haciendo, "Apuntes para una biografía imaginaria" y "Nocturnos" integran lo que usted llama 'cine de cámara' y, ¿el documental cerraría esta trilogía?

-La idea de un cine de cámara, íntimo, no espectacular, que llamé así por comparación con la música de cámara, opuesta a la sinfónica, me parece que no puede ir más allá de estos tres films. La experiencia está hecha, concluida. Ahora: pasar a otra cosa.

-¿Cómo se organiza el discurso de esta suerte de carta-ensayo?

-La organización la hallé en el montaje. Filmé muchas cosas que me interpelaban, sin saber en qué orden irían. A medida que probamos enlazarlas fui escribiendo mi relato en off, y montando los relatos de las voces femeninas, podría decir, casi paradójicamente, que el guión se escribió en el montaje.

-Dos elementos parecen signar el relato, un cuchillo que su padre trajo como recuerdo de un viaje y su sombra. ¿Es así?

-Sí. El cuchillo ritual japonés y la sombra en el camino de tierra colorada se impusieron muy pronto como ejes que debían ritmar el film, en cada aparición cambia su sentido.

-La elección de autores Perec, Tarkovsky y Wilcock, de los poemas que asoman, sorprenden a través de diversas citas dispersas en el documental, ¿qué relación guardan con el relato?

-Ya en “Nocturnos” había utilizado poesía, entonces sobre el tema de la noche, como monólogo interior del protagonista. Aquí su función no es narrativa sino lírica, así como aparecen ciertas tomas de paisajes, o la sinagoga abandonada, o un caballo que pasea entre las tumbas de un cementerio, no ‘cuentan’ nada sino que funcionan como notas de música, del mismo modo las citas de poesía son una vibración que se desprende de la imagen elegida.

Una frase de la bella película de cine negro de los ‘50 “Sunset Boulevard” de Billy Wilder, “El detective siempre termina por descubrir algo sobre sí mismo” puede escucharse dentro de la lógica musical de la producción y quizá el espectador luego de verla, también participe del misterio.

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