El planeta básquet habla de Emanuel David Ginóbili, ídolo de propios y extraños. Es que hoy no será un día más. Después del partido entre San Antonio y Cleveland Cavaliers, comenzará la ceremonia más importante en la historia del deporte argentino.
Los Spurs colgarán la camiseta de Manu, la número 20 en lo más alto del AT&T Center. Máxima distinción para un jugador en la NBA. En ese mundo que sólo los cracks pueden hacer pie y escuela. Y Manu lo hizo.
Por esta razón, Más Deportes, estuvo junto a Enrique Tolcachier, unos de los padres de la Generación Dorada, asistente de Rubén Magnano en Indianápolis 2002 y Atenas 2004, hoy entrenador y coordinador del básquetbol de Mendoza de Regatas. A 'Tolca' se le iluminaron los ojos y su corazón le latía de manera especial cada vez que pronunció el nombre Manu.
Un sentimiento de admiración, cariño y respeto se vislumbró en sus respuestas. Una charla imperdible sobre el Manu que se preparó para el Mundial U21 (1999) hasta el genio que hoy tendrá el gran reconocimiento en Texas.
-Enrique ¿recuerda cuál fue el primer contacto que tuvo con Manu Ginóbili?
-Fue en 1997, cuando arrancamos el trabajo con la preselección U21 que se preparaba para el Mundial (1999), en Australia. Estaban Manu, Pepe Sánchez, Fabricio Oberto, entre otros. Comenzamos a vivir un proceso que duró 10 años.
Ahí fue el primer contacto. Lógicamente lo había visto participar en la Liga, pero no trabajamos juntos ni compartimos entrenamientos hasta ese momento.
-Mucho se habla de la evolución de Ginóbili... Pasó de ser un jugador que lloró por no ser seleccionado en un equipo de Provincia a convertirse en una estrella de la NBA, ingresando al hall de la fama.
-El éxito de su trayectoria se basó en su fiereza, en su permanente trabajo y sacrificio para lograr los objetivos planteados. Lo defino como “honestidad profesional” desde chiquito. Siempre tuvo esa honestidad consigo mismo. Supo leer qué era lo que él necesitaba para mejorar en todo sentido: en lo físico, técnico y psicológico. Manu es un tipo que nació maduro de cabeza.
Detectó sus debilidades y trabajó para potenciarlas. Tuvo la entereza de escuchar a sus entrenadores y trabajar detalles que le solicitaban.
-La Generación Dorada, en el 2001, empieza a romper los moldes con el título de campeón del Premundial de Neuquén. Un año más tarde, subcampeón Mundial en Indianápolis. Manu máxima figura y jugador de NBA. ¿Era líder tanto adentro como afuera de la cancha?
-Siempre fue un jugador respetado dentro del grupo. A él nunca le interesó el liderazgo hablando. Hay líderes comunicativos, que les gusta hablar y bajar líneas. Hay otros que son por accionar y ahí lo incluyo a Ginóbili. El respeto que él se ganó fue a través de entrenar al cien por cien. De ser competitivo, dejar la piel por aquel equipo que representaba. Esa actitud estimulaba al resto y dejaba un modelo a seguir. Fue un ejemplo permanente.
-Desde esa preparación para el Mundial U21, cuando tuvo su primer trabajo con Ginóbili ¿lo proyectaba como futura figura NBA o ingresando al Salón de la Fama?
-Con la mano en el corazón, a la NBA no. Para nada. Mucho se hablaba de Luis Scola, por su altura, por las divisiones formativas. Incluso el propio León Najnudel lo presentó a Scola como el futuro primer argentino en el llegar a la NBA.
Sí observábamos que Manu iba a ser un jugador fundamental en nuestro equipo nacional e integrar el éxodo de jugadores que llegaría a Europa buscando consolidarse. Había un confianza ciega en su crecimiento profesional en una competencia externa a nuestra Liga Nacional.
En ese momento no se vislumbraba que Manu podía hacer lo que hizo en la NBA.
-Medallas de oro, plata, bronce. Reconocimientos de toda índole. Estrella NBA. ¿Cómo define a Manu?
-Es un ejemplo de competitividad. Es su competencia consigo mismo y sus rivales. No se permitía errores, no progresar. Una fiera. Él quería ganar siempre. En una charla técnica el nivel de concentración era admirable. El tipo estaba compitiendo en una charla técnica. Vos me decís, ¿cómo se compite en una charla técnica? Muchas veces él comentó que cuando era joven iba más temprano a los partidos y se sentaba en el tribuna a pensar su partido. Se anticipaba a lo que podía pasar: cómo tenía que defender y atacar. Se daba su tiempo para una preparación mental. Es una persona muy honesta en lo profesional y deportivo. Nunca dejó de tener autocrítica. Buscó siempre el beneficio del equipo, luchó por los intereses colectivos. Trabajaba desde su rol para que el equipo ganara y su compañero fuera el goleador.
-Olimpíadas 2004. Debut y rival duro como Serbia y Montenegro, campeón del Mundo en el 2002. Abajo Argentina por un simple. Sacan de abajo del aro, Montecchia, pase a Manu, palomita, lanzamiento, tablero, chicharra, gol y triunfo…
-Fue clave ese inicio de certamen y el tanto de Manu. Las cámaras se quedaron con nosotros, el festejo de Rubén (Magnano), y la montaña de jugadores sobre Manu. Fue impresionante. Era un partido vital: el primero de un torneo, un rival que dos años antes nos había ganado el oro del Mundial.
El momento y la forma en que se da, lógicamente hizo que explotáramos todos. Cuando se ve esa imagen, te retrotraes al 2014 y el corazón te explota.
-Enrique usted fue testigo directo del crecimiento de Manu como deportista y persona. Tras el reconocimiento en San Antonio, su ingreso al Hall de la Fama, y el retiro de la camiseta N° 20 ¿se lo imagina trabajando desde algún rol por el básquetbol argentino?
-No creo en un corto plazo por su forma de ser. Es una persona de vivir los momentos intensamente. Considero que cuando decide no jugar más, es otro ejemplo de honestidad profesional, porque él jugó hasta que dijo ‘puedo jugar a gran nivel’.
Cuando sintió que no podía rendir como el quería por el paso del tiempo, dijo ‘hasta acá llegué’. El dejó muchas cosas de su vida cotidiana para dedicarse al básquet. Ahora le dedicará mucho tiempo a su familia, a disfrutar lo que no pudo hacer antes.
En ese seno, porque aparte viene con una formación educativa familiar muy importante, de los padres, los hermanos, son muy arraigados a lo familiar. Manu tendrá mucho tiempo a vivir en familia y lo hará intensamente, disfrutándolo. Considero, que se lo merece sin ninguna duda.
El tiempo dirá que inclinación tiene. No lo veo viviendo en la Argentina a corto plazo. Venir, disfrutar de sus amigos, los asados, su familia, seguro...
La opinión de referentes mendocinos
Federico Aguerre (Quimsa -SDE-): "Con Manu tuve la oportunidad, placer y privilegio de entrenar en un par de concentraciones en diferentes épocas. El retiro de su camistea por parte de San Antonio significa reconocer al gran jugador que fue. Un jugador distinto e inteligente. Lo que hizo es fantástico. Es un estudioso del básquet. Estaba involucrada con la evolución de la informática y matemáticas. Abrió las puertas de la Argentina y posibilitó que muchos jugadores arranquen sus carreras internacionales".
Santiago Egas ( Argentino de Junín): "Ginóbili es el claro ejemplo de que si querés algo y te esfrozás, podés lograr tus metas. Es ejemplo de superación y profesionalismo. Tengo una anécdota con él: Yo estaba en Boca, habíamos terminado de entrenar y me quedé tirando solo. Al rato llega un colectivo la Selección. Manu fue el primero en bajar. Se acercó, me saluda y me preguntó si estaba lista la cancha, le contesté, obvio crack. Me agradeció y se puso a trabajar. Una humildad increíble. Ídolo total".
Ariel Ramos (Ferro Carril Oeste): "Manu para mí es como una inspiración. Al vivir en Bahía Blanca tanto tiempo, conocés muchas historias de él y como que las vivís más de cerca. Obvio que lo que hizo él, nadie lo podrá alcanzar, pero si se puede llegar alto. Tuve la suerte de conocerlo. Un día fue a un entrenamiento (Bahía Basket) y estuvo hablando con todos los chicos que estábamos. Después de escucharlo, llegó la cataratas de fotos. Un crack en todo sentido. Fue uno de los mejores días de mi vida".