Enrique Mendoza, un “criollo de ley”: cuida animales en un campo y hace artesanías con cuero

Desde siempre vivió casi en la soledad. Dice que cuidó animales en un campo del presidente Macri. Cada cuatro meses va a la ciudad.

Enrique Mendoza, un “criollo de ley”: cuida animales en un campo y  hace artesanías con cuero

Un pequeño oasis a196 kilómetros al Este de la ciudad de Malargüe y casi en La Pampa, en una inmensidad flanqueada en parte y a lo lejos  por los picos nevados del Payún Matrú y el cerro El Nevado, es una forma de  definir el sitio donde en aparente soledad vive Enrique Mendoza.

Este es el nombre que pronuncia este criollo cuando extiende su mano al recibir visitas en el puesto o campo Piedras Blancas, en Agua Escondida.

El humor es una característica que deja ver de inmediato y bromea con su edad. “67 años en la libreta pero en realidad tengo 71. Nací en 1944 y me asentaron recién en 1949”.

Este relato Enrique lo acompaña con un rítmico afilado de cuchillo, una de las habilidades adquiridas durante su vida como eximio domador de potros, oficio que le permitió recorrer casi todo el país.

“Nací en El Carrizal. De Bardas Blancas más al sur...” relata. “De ahí me fui a San Luis, La Rioja a San Juan. He andado por todos lados”, reflexiona. “Mi primer trabajo fue en el campo de Paco Cara que era de la zona.

También trabajé en los campos de Don Leopoldo Lugones en la Estancia La Mora. De ahí  me fui a San Juan. Estuve 18 años”, recuerda salteando épocas.  En San Luis fue empleado del ahora presidente Mauricio Macri en el campo “Buena Esperanza, de Bagual 15 kilómetros para adentro”, dice.

En todos lados hizo tareas de campo que combinó con su pasión por los caballos. “Aún hoy amanso algunos caballos de silla. Algo simple”, dice con visible añoranza.

De los festivales me retiré a los 51 años, pero de amansar animales no me retiraré nunca", dice recuperando su postura de orgullo criollo.
Soy soltero pero con tres hijos reconocidos.

Me junté con una mujer y tuve los hijos. A todos los crié en Malargüe. El mayor, Miguel Angel, de  41 años, la Natalia de 38 y el Enrique Patricio de 36.

Tengo seis nietos. Dos varones de la hija. Uno de 23 y otro de 14; de Miguel un varoncito de 13 y una nena de 12 y del más chico tengo la abril de 4 añitos y la “Peca”, María se llama que es chiquita. “Mis hijos todos, incluida la mujer, saben amansar animales y participan de festivales”, dice con orgullo.

Los veo a todos cada cuatro meses. Me voy los lunes y vuelvo los jueves. “Voy a firmar la supervivencia”, dice con tono de resignación y una sonrisa. “Le pedía a la chica ahí en Malargüe que me alargara el plazo que era por dos meses.

Le dije que por favor me extendiera a cuatro porque yo venía de lejos. No hay movilidad, no hay nada. El que vive en la ciudad no tiene problema pero yo si. Así que me dieron por cuatro meses”.

Relató que se traslada en tractor hasta Agua Escondida, a unos 25 kilómetros por caminos difíciles, lo deja en la casa de un amigo y desde ahí va en ómnibus. Ahí me junto con los hijos, asegura con un brillo especial en los ojos.

Al relatar su día Enrique afirma que no tiene tiempo para aburrirse pese a vivir prácticamente solo, aunque en la propiedad hay otro empleado que habita otra casa cerca de la suya.

“Cuando vuelvo de mis tareas con los animales (cuida vacas)  hago estas cosas”, dice y señala con el mentón el afilado de cuchillos. Pero no es esta su única actividad “extra”.

Enrique es un experto en el curtido de cueros (sobado le llaman) de donde corta tientos  para trenzarlos (hasta con 8 y 10 hilos) y con ellos hacer distintos elementos para caballos. Rebenques, lazos, cabrestos, bozal y frenos se dibujan en sus manos.

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