Gustavo Conti (44) describe como “cuchillazos” los dolores que sentía en el abdomen durante los períodos de brote de su afección. A él, le detectaron la enfermedad de Crohn hace 12 años, pero le llevó casi 4 para que llegaran al diagnóstico, luego de dos peritonitis y el paso por terapia intensiva.
Esta patología, junto con la colitis ulcerosa y la colitis indeterminada, se agrupa dentro de las conocidas como Enfermedades Inflamatorias Intestinales (EII), que son poco frecuentes, autoinmunes, crónicas, orgánicas y revisten gravedad si no se las descubre y trata adecuadamente.
Según parámetros internacionales, mencionados por la presidenta de la Fundación Más Vida de Crohn & Colitis Ulcerosa, Luciana Escati, se demora entre 3 y 7 años para llegar a diagnosticarlas, “principalmente por los síntomas dispersos y porque comparten algunos signos con otras patologías digestivas como el colon irritable, con el que no tienen nada que ver”, detalló la mujer oriunda de Buenos Aires.
Ella fundó la organización basada en su propia experiencia. “Soy mamá de una nena a la que le detectaron esta enfermedad hace 5 años y me encontré con la dificultad de diagnóstico”, relató.
El objetivo de la fundación es actuar como nexo entre los especialistas y la población. “Brindamos contención desde los aspectos psicológico, el tratamiento, asesoramiento nutricional, entre otros”, enumeró Escati, que estuvo en Mendoza para la presentación de la campaña de detección gratuita de EII.
Para ella, una vez que se descubre la afección es fundamental contar con un especialista que pueda tratarla de forma correcta, “ya que la persona puede retomar su vida normal tomando ciertos recaudos”, aseguró.
Unos 700 casos en Mendoza
El médico gastroenterólogo Martín Toro, especialista en EII, remarcó que si bien la prevalencia de esta patología es baja, se calcula que hay entre 35 y 40 pacientes cada 100.000 personas, por lo que tomando la población de Mendoza, relevada en el Censo 2010, los casos aproximados en la provincia son unos 700.
“El número es bajo, pero lo importante es que está creciendo ya que a medida que los países se industrializan y se desarrollan aumenta bastante la frecuencia”, expuso, a la vez que destacó que se debería trabajar en determinar exactamente cuántos pacientes la padecen para tener un número certero.
Según precisó, esta afección produce una inflamación descontrolada que se perpetúa en el tiempo y termina dañando parte del tubo digestivo. Si bien no está directamente relacionada con lo que una persona come a nivel particular, sí tiene que ver con la dieta occidental.
“De hecho la enfermedad surge en 1954 cuando aparece la heladera, por lo que creemos que la refrigeración, la industrialización o algún otro aspecto relacionado la tiene que haber desencadenado”, señaló el médico. Otros factores con los que se relaciona la patología son genéticos, ambientales y de la flora intestinal de la persona.
Con respecto al diagnóstico, el médico explicó que se suele confundir porque no hay un “patrón de oro” para reconocer la enfermedad. “Los síntomas son parecidos a lo más frecuente, que es el colon irritable, y no hay un análisis específico que lo determine, sino un conjunto de aspectos que te van llevando al diagnóstico”, informó. Para él, es fundamental concientizar a más profesionales para hacer estudios epidemiológicos serios que puedan detectar la patología.
Los principales síntomas son: más de cuatro semanas con diarrea, pérdida de peso inexplicable, fiebre prolongada y vómitos. Otro aspecto que recalcó el profesional es que se trata de una condición crónica que tiene períodos de crisis y de remisión. “Por eso, el tratamiento apunta a tenerla controlada y que no vuelvan los períodos de crisis”, indicó.
Entre los fármacos que se recomiendan están los corticoides hasta los medicamentos biológicos, que solamente se aplican a algunos casos. “A veces también, según el caso, hay que realizar una intervención quirúrgica, pero hacer el tratamiento en forma precoz puede evitarla”, subrayó. Toro trabaja en el hospital Universitario y está conectado con sus colegas en el hospital Lagomaggiore y Central, para trabajar en conjunto.
Vida normal
A pesar de la peregrinación de Gustavo Conti para dar con el diagnóstico de su patología, una vez que fue detectada pudo continuar con su vida normal.
“Es verdad que son enfermedades complicadas y severas, pero en definitiva cuando uno tiene el diagnóstico puede llevarlas y tener una vida extremadamente normal”, aseguró el contador que transcurre una vida sana, hace deportes y se alimenta bien. “También es bueno contar con algún apoyo espiritual y psicológico para que le ayude a uno a no bajar los brazos”, destacó.
El profesional también recordó que tiempo atrás debió pasar por una operación en Buenos Aires. “Me han sacado casi todo el íleon, alrededor de dos metros de intestino delgado”, detalló. Antes de cerrar quiso aclarar que si bien es necesario alertar a la población sobre la existencia de la enfermedad, es muy poco frecuente. “Ante cualquier duda hay que consultar con un médico de confianza”, recomendó.