Energías renovables: los molinos eólicos

Unos 80 países del mundo ya desarrollan esta tecnología. A fines de 2014 se producían con esta fuente 370.000 mw, con China, EEUU y Alemania como líderes.

Energías renovables: los molinos eólicos

En los últimos años estamos apreciando cada vez más, a través de películas, videos, fotografías y programas turísticos, cómo van cambiando los paisajes de muchos países en los que la ecotecnología va dejando sus evidencias. Ya estamos viendo molinos eólicos por todo el mundo y cada país los muestra como el resultado tecnológico de un nuevo mundo sustentado en la producción de energía limpia y renovable.

Más de 80 países ya se han embarcado en esta realidad, a la que están decididos a ampliar hasta el reemplazo total de los hidrocarburos, junto con otras fuentes limpias y renovables, en lo que Lester Brown (The great transition) ha dado en llamar la gran transición energética desde la fuente fósil a la energía solar y eólica. Cuánto será de importante este movimiento energético, que hasta uno de los principales productores mundiales de petróleo como Arabia Saudita está desarrollando proyectos que incluyen masivamente el uso de la energía eólica.

En la actualidad, según GWEC (Consejo Mundial para la Energía Eólica en inglés), el mundo ya tiene instalados a fin de 2014 unos 370.000 mw con esta tecnología, de los cuales 31% corresponde a China, 18% a los Estados Unidos y 11% a Alemania, como los más importantes. Este valor corresponde al 5% de la energía consumida en el mundo. Los 10 primeros países con parques eólicos más importantes contienen el 84% de las instalaciones mundiales. En España o en Dinamarca, por ejemplo, la energía eólica representa entre el 20 y el 25% de sus matrices energéticas.

América del Sur tiene a Brasil como líder de esta tecnología, aún sin ser muy relevante a nivel mundial, con una capacidad instalada de unos 3.500 mw que hoy atiende a 8 millones de hogares y muchos proyectos en curso que van hasta 17.000 mw para 2022.

La inversión en infraestructura no es pequeña y requiere contratos de largo plazo para realizarla. Cada instalación está conformada por una torre de unos 65 y 100 metros de altura y un peso de más de 200 toneladas asentada en una base de hormigón.

Sus aspas son movidas por el viento y son las que, a través de un rotor, transforman la energía cinética en mecánica. Luego, por un sistema de engranajes situados en la góndola, que es lugar físico en la punta de la torre donde se producen los procesos de transformación energética, se acelera la velocidad de rotación. Es un generador el que luego transforma la energía mecánica en eléctrica y un transformador hace que ella sea colocada en la red de distribución. El sistema se completa con una veleta que permite orientar automáticamente las aspas en dirección al viento para su mejor aprovechamiento.

Mayoritariamente estas instalaciones se encuentran en tierras planas, en lugares desérticos o semidesérticos, no cerca de centros urbanos y también en el mar (instalaciones offshore) que, aunque requieren una inversión más importante, el rendimiento es mejor garantizado debido a que los vientos marítimos generalmente son más regulares y potentes que en áreas terrestres.

Nuestro país necesariamente tendrá que avanzar en la instalación de parques eólicos, en primer lugar porque su matriz energética está sustentada en más del 80% en energía fósil y luego porque dispone de los excelentes y continuos vientos de nuestra extensa Patagonia, que la hacen muy apta para la producción de esta energía.

Hay numerosos proyectos, todavía pequeños pero ya adjudicados, de instalación de parques en diferentes lugares del país pero principalmente en la baja Patagonia que llegan hasta los 1.000 mw. El plan es que para 2017 la energía eólica instalada pase del 1,5% que es hoy al 8% de la matriz.

Estas instalaciones tienen algunas contraindicaciones medioambientales que son relevadas por estudiosos de la biodiversidad, por ejemplo la pesadilla que representan para las aves migratorias, que en vuelos nocturnos mueren contra las aspas o columnas. Pero no son las únicas, también presentan inconvenientes técnicos, como por ejemplo, su ineficacia en momentos de extrema calma climática o contrariamente en momentos de vientos violentos, lo cual indica que tengan que ser reemplazados temporariamente por otras usinas de cualquier origen, que deben estar prontas para entrar en las redes de distribución.

Finalmente, suelen generar problemas con respecto a sus lugares de instalación, que generalmente son lejanos y por lo tanto necesitan ser conectados a la red de distribución mediante tendidos de redes de alta tensión haciendo más pesado el valor de la inversión.

A pesar de todo, los beneficios son mayores que los problemas comentados, comenzando por su facilidad y rapidez de instalación comparado con otras fuentes de energía, el espacio reducido que necesitan para operar, el negocio secundario que crean al utilizar campos públicos o privados cuyos dueños reciben un alquiler por aceptar instalaciones sin perjuicio que pueden usar sus tierras para sembrar alrededor de ellas, no necesitan agua para enfriamiento -por lo cual ésta se deriva a otros usos-, es energía inagotable y no produce contaminación tanto del aire como del agua o del suelo.

El mundo continúa con la instalación de este tipo de energías y nuestro país no podrá cambiar esta tendencia, de modo que es esperable la aplicación de políticas en favor de más instalaciones eólicas para contribuir, primero a nuestro desarrollo y luego solidariamente al resto del mundo para enriquecer la calidad ambiental de nuestro planeta, permitiendo que todas las generaciones venideras puedan disfrutar de una vida mejor en un proceso que no parará hasta que pare el uso del petróleo.

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