Encuentro de gigantes

La "Entrevista de Guayaquil", reunión entre Bolívar y San Martín que decidiría el futuro de la gesta independentista de América.

Encuentro de gigantes

La ardiente y pegajosa Guayaquil los juntó. Uno venía desde el norte, construyendo la Gran Colombia a puro humo y acero. El otro lo hacía desde el sur, ungiendo a Chile y Perú de aquella independencia tan soñada. Simón Bolívar había llegado bastante antes, y fue el anfitrión de un José de San Martín algo mareado, por los caprichos del mar y por los fantasmas que anticipaban el encuentro.

Se dieron la mano, se estrecharon en un abrazo, se miraron fijo. Los dos máximos exponentes de la gesta libertadora americana estaban frente a frente, al borde de decidir el futuro de la empresa por la que habían entregado sus vidas, acaso la estocada definitiva al manoseo colonial.

La enigmática cita, un desaliento para sus protagonistas, fue bautizada "Entrevista de Guayaquil", y así la conoce el viajero. Ese que en la capital de la provincia del Guayas, al sur oeste de Ecuador, se prepara para darse un baño de historia, y de continente.

La pulseada

La mayor urbe del país está repleta de gente que habla mucho, como en pequeños gritos. De ahí que los que viven en "la sierra" (los Andes), los tranquilos quiteños por caso, los llamen "monos". En total, son 2,5 millones de habitantes que vibran al ritmo del comercio y los goles del Barcelona y el Emelec.

Muy distinto era el escenario hace casi 193 años atrás, cuando 26 de julio de 1822 Bolívar y San Martín echaron a andar la célebre entrevista. La ciudad y sus alrededores, apenas un remolino de puerto, indios, europeos y mestizos, se debatía adónde iban a terminar.

Ese era el disparador del encuentro: mientras que Bolívar aseguraba que la por entonces denominada Provincia Libre de Guayaquil debía formar parte de su Gran Colombia, San Martín insistía en que los mejores destinos de esta tierra caliente estaban dispuestos en tanto parte de su Perú.

Con todo, el objetivo elemental del abrazo pasaba por otro lado. Pasaba por dirimir, de una vez y para siempre, cuál de los dos colosos sería el encargado de culminar la proeza emancipadora, o al menos un capítulo crucial de ésta.

El dilema se llamaba justamente Perú. A pesar de que la independencia del país andino ya era un hecho, los españoles aún resistían, e incluso iban fortaleciendo su afincamiento peligrosamente.

Para volver cenizas la amenaza, San Martín pidió el apoyo del caraqueño, pero éste ofreció un número de tropas y armamento que al de Yapeyú se le antojó insuficiente. Entonces, el argentino propuso ir juntos al frente, bajo las órdenes del autodenominado "Hombre de las dificultades", quién consideró que el plan era inapropiado. Entre la tensión, el recelo y la falta de acuerdo, las cosas quedaron bien claras.

Cansado, don José de San Martín entendió quién había ganado la pulseada. A Bolívar le dio la mayor parte de sus tropas, información sobre el modo de acción español en territorio peruano y mucha suerte.

El día después, en el medio de un banquete, se escapó de los bailes y los tragos de hiel en busca de un barco que lo sacara de Guayaquil lo antes posible. Marchó casi de incógnito hacia las cercanías de ese malecón que hoy recuerda la entrevista con un éxito que nunca tuvo.

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