32 años de trabajo los unen. Son nuestros Enanitos Verdes, la mítica banda mendocina que dio con el sueño americano: lograr la ansiada fama más allá de las fronteras locales. Todos soñamos, alguna vez, con ser estrellas de rock. Dirán los reflexivos que el rock and roll es otra cosa, puede ser, pero ellos consiguieron esa recompensa del destino con mucho trabajo y tesón. Recorrieron América Latina, vivieron y triunfaron en México y, luego de muchos años, tocaron otra vez en el lugar que los vio nacer, en una noche llena de emociones.
“Somos un equipo de remeros”. Así es como se definió el viernes el líder de los Enanitos Verdes, Horacio “Marciano” Cantero, junto a sus compañeros. Fue durante el show que brindaron en el Stadium Arena de Maipú colmado por más de 2.000 personas, donde cantaron todos sus clásicos originales que se popularizaron en los 80 y los 90 y que marcaron a fuego a toda una generación. Y la remaron, con Felipe Staiti de capitán con su guitarra al mando; en segunda guitarra su hijo Juan Pablo y el profesional J. Morelli, quien tomó las baquetas de la batería después de que hiciera su retiro, tiempo atrás, Daniel Píccolo.
“Nunca me olvidé de Mendoza, jamás”, aseguró un efusivo Cantero
), .
Con “No me verás” arrancó el recital que no tuvo baches, con idas y vueltas del pasado al presente, de hit en hit, con recuerdos y homenajes al rock nacional e internacional. Luego sonó “Yo te vi en un tren”, enganchado con “Estación metro”, y nos sentimos adolescentes de nuevo, como si no hubiera pasado el tiempo. “Dale Pascual” fue la ocasión ideal para el segmento de saludos para los amigos del barrio, presentes en el espectáculo. “Hola Bocha, Chuleta, el Gerardito” y también un aplauso para la madre y el padre de Marciano, también allí.
En un clima festivo de gran conexión con el público, siempre de pie, llegó “Amores lejanos” .
El clímax fue “La muralla”, que tuvo que recomenzar tras un corte, debido a la descompensación que sufrió un espectador que se fue en camilla. Pasado el mal rato, pudo retomarse con buen ánimo el show. Siguió “Mil horas”, en homenaje a Miguel Abuelo y los Abuelos de la Nada.
“Por el resto de tus días” fue otro tema que se cantó a coro con la gente que lo hizo propio en su voz y se mezcló con las demostraciones de afecto del bajista y líder y el guitarrista fundador, “Si a Felipe le pasa algo me muero. Él es la única razón por la que esta banda existe”, declaró Cantero.
La verdad es que el recital tuvo sus picos altos de la mano de las interpretaciones del violero, fundamentalmente en “Mariposas”, el pegadizo “Por favor que nos dejen bailar” y el éxito “Nadie es perfecto”.
La explosión llegó con “Lamento boliviano”, con su sikus premonitorio que fogoneó al auditorio minutos antes de la hora cero.
Sólo los primeros acordes de “Durazno sangrando” recordaron al ya ausente Flaco Spinetta.
Para el cierre, “El extraño de pelo largo” y el adiós final con una letra que todos conocemos: “Yo soy un hombre bueno, lo que pasa es que me estoy viniendo viejo”. Gracias Pappo, saludo a las alturas. Gracias Enanos, cerca nuestro en el valle.
Gigantes.