Aclarémoslo: este espectáculo que repone (estrenó en 2006) la Compañía de Danza Contemporánea Fusari tiene méritos de diversa índole. El primero de ellos es artístico. Pero también la obra supo llegar en el momento propicio para que el fado (la canción popular portuguesa) pudiese ingresar en Mendoza y comenzase a explayarse. Más: fue el preanuncio de la llegada de Misia a nuestro desierto (algo que los que aman esta música no hubieran imaginado ni en sus mejores sueños). Otro tanto: viajó al Centro Cultural Rojas (Buenos Aires) y permitió que nos luciéramos en una cartelera que alistaba nombres inmensos de la danza contemporánea; como el de Carlos Araiz. En síntesis. “En tiempo de fados” fue más que una fecha de programación bien calculada: se convirtió en uno de los hitos de la expresión danzística contemporánea de los últimos años.
Esta noche y mañana vuelve para recordarnos que la belleza es un concepto que puede ser capturado en tiempo y espacio. Es que el diseño coreográfico de esta pieza; la organicidad de los cuerpos de los bailarines; la voz etérea y de alcances trascendentes (una sintonía fuera de las coordenadas témporo-espaciales que nos rigen) de la cantante Maytilli Devi; y el ritmo y la cadencia del espectáculo nos introducen de lleno en el maravilloso territorio poético del fado. Amores perdidos, adioses libertarios, dolores acorazados en la nostalgia podrían ser algunos de los temas que transita.
Pues la música de Misia (una de las máximas fadistas portuguesas) es el ‘hilo conductor’ que le permite a Valentina Fusari (directora general) derramar sobre el espacio (y ante los ojos cautivos de sus espectadores) el exquisito lamento resignado y tristón que acuna el fado.
No obstante hay aquí algo fundamental que destacar: el vestuario (creación de Lucía Fusari). Pues, con una escenografía escueta, es el vestuario -además del diseño lumínico que conjura luces y sombras- el que le otorga a “En tiempo...” la adecuada articulación entre poética musical, retórica y de movimientos.
¿El resultado?: una pieza elegante, sutil, apasionada; pero también candorosa: como el roce de las faldas de esas ‘fadistas’, que nos murmuran al oído sus cuitas, y las redimen a nuestros pies.