El 2019 empezó mal, muy mal, para Alfredo Cornejo. Recibió el año en las playas de Chile, pero pocas horas después el inicio a los tumbos del tan promocionado Mendotran lo obligó a pegar la vuelta para atajar las críticas de los usuarios, que el mismo día habían recibido dos cachetazos simultáneos: un aumento del boleto y el cambio radical en los recorridos.
Muchos vieron en ese nuevo sistema de transporte un “error no forzado” del Gobierno. Y tuvieron razón: a Cornejo le costaría varios puntos de imagen en las encuestas que se hicieron durante el verano.
Ya venía en caída arrastrando el “efecto Macri” producto de la crisis económica con la que había terminado el 2018 y el fiasco (inicial) de los micros lo terminó por empujar más abajo.
Por eso, en febrero resolvió dar el volantazo que venía masticando desde el año anterior: desdoblar las elecciones en la provincia para evitar hundirse con el Presidente en las nacionales.
Algo similar ya habían hecho los cuatro intendentes del PJ con los que se había enfrascado en una batalla política y judicial de resultado incierto. Después que él les bloqueara una nueva candidatura promulgando una enmienda constitucional contra las reelecciones, ellos cantaron retruco: adelantaron las elecciones municipales.
En ese clima de conflicto permanente llegó Cornejo al otoño. Incluso cediendo terreno: ya había aceptado bajar de la candidatura a gobernador a su delfín Martín Kerchner en favor del intendente de Capital, Rodolfo Suárez. Y después, para bajar la espuma en el conflicto juidicial con los intendentes peronistas, aceptó que se presentaran por última vez como candidatos mientras la Corte se tomaba su tiempo para resolver si la enmienda era constitucional.
A esa altura el Gobernador ya había abordado otro frente: que Macri se bajara de su reelección y en su lugar erigiera a María Eugenia Vidal. Pero la tozudez del jefe de Gabinete Marcos Peña y del asesor-gurú Jaime Durán Barba pudieron más que la lógica política de Cornejo, quien se anotó otro revés pese a que después consiguió -como titular del partido- que la Convención de la UCR votara no romper con Cambiemos.
Mientras, la crisis económica se fue agudizando y se llevó puestos a todos los candidatos radicales que se animaron a pelear (con el solitario apoyo de Cornejo) en las provincias con hegemonía peronista. Solo el previsible triunfo de Suárez en las PASO provinciales (sobre el macrista De Marchi) le regaló alguna sonrisa en el primer semestre a un Gobernador que veía cómo lo que había ido construyendo con la “revolución de lo sencillo” en Mendoza se le podía escurrir por los errores del gobierno nacional y la incipiente unidad del peronismo-kirchnerismo.
En agosto, después de que la Corte le diera (tarde) la razón en su cruzada contra las reelecciones eternas de los intendentes, llegó lo peor para Cornejo: la paliza de Alberto Fernández a Macri en las PASO nacionales que ni su encuestador de cabecera, Elbio Rodríguez, le predijo con tanta amplitud. Una derrota del Presidente que hasta lo hizo perder a él como candidato a diputado nacional contra una ignota candidata de La Cámpora, Marisa Uceda.
El escenario post PASO ya lo conocemos: el dólar se disparó, la economía que parecía rebotar hacia arriba volvió barranca abajo sin piso y el futuro de la alianza de gobierno de la que es parte Cornejo es gris tirando a negro. Por eso, el mismo fatídico 11 de agosto tomó una decisión: su único objetivo para lo que queda de 2019 es que Cambia Mendoza retenga el gobierno provincial.
Y ayer, dos semanas después de aquella humillante derrota electoral, tuvo la primera revancha. Y justo en San Martín, el departamento que pisaron con fuerza Alberto y Cristina Fernández en la campaña presidencial, bendiciendo a sus candidatos locales.
Uno, Jorge Giménez, ayer vio cómo el Gobernador le pateaba el tablero en las urnas. La otra es Anabel Fernández Sagasti, el alfil que se convirtió en Reina en el ajedrez que viene jugando Cornejo desde principios de año. Y a la que el 29 de setiembre pretende “comerse” para ganar la partida de un 2019 que le había propinado solo derrotas.