Entre la tercera y la cuarta semana de marzo los precios de las hortalizas y frutas de consumo más frecuente, como la cebolla, el zapallo y la naranja, registraron incrementos superiores al 100%. Si bien se trata de un rubro marcado por aspectos estacionales, en esta oportunidad las subas fueron provocadas principalmente por un crecimiento de la demanda y por los costos asociados a las precauciones necesarias para sortear la crisis producida por el coronavirus.
Los datos se desprenden del "Sistema de Información de Precios de Mercados Mayoristas" que releva el Instituto de Desarrollo Rural, con datos hasta el 27 de marzo inclusive. En la lista del organismo se puede ver, por ejemplo, que mientras que la cebolla valenciana costaba $ 12 la tercera semana de marzo, a la fecha se vende en $ 25 por kilo (108% de suba).
De igual manera, el zapallito italiano y el redondo, que hace una semana se vendían a $ 22 y $ 21 el kilogramo respectivamente, están cerrando el tercer mes del año con subas de 111% y 121% (ambos cuestan $ 46,45).
Otros, como la papa o el tomate tuvieron incrementos inferiores de precios (26% y 8%, respectivamente), pero el impacto para el consumidor se notó con fuerza. Es que mientras que en las cadenas de supermercados y algunas verdulerías de barrio el tomate no baja de los $ 80 por kilogramo, su precio en el mercado mayorista es de $ 32 para la variedad “perita” y $ 39,98 por kilogramo para el redondo.
Las causas
Omar Carrasco, presidente de la Unión Frutihortícola de Argentina, explicó que los incrementos tienen que ver con que se ha producido un desgaste mayor en la producción. "Las cuadrillas que salían de a 40, pasaron a ser de a 5 o 7 (personas). Además, los trabajadores piden más dinero, y que se los provea de insumos para cuidar su salud (guantes y barbijos). Los mayores costos van pasando de mano en mano, y los costos se suman", indicó.
"Una naranja que antes de la cuarentena se vendía a $ 550 (precio por caja), hoy está llegando a $ 850 e incluso hasta los $ 1.000", ejemplificó.
Más allá de los costos asociados, el empresario señaló que existen "algunos vivos" en toda la cadena, "desde personal de las estaciones de servicio que ponen peros a la hora de cargarle combustible a los camiones, hasta proveedores que al llegar al mercado concentrador esperan obtener más rentabilidad de la que es debida".
De todas formas, Carrasco aclaró que los precios se mantuvieron estables durante la mañana de ayer. "Habría que mantenerlo así", señaló.
Por otro lado, las restricciones horarias impuestas por el gobierno provincial sumaron un problema adicional para los trabajadores de los mercados concentradores, dado que se juntaron quienes llegan para vender a gran escala con aquellos que asisten a comprar a las ferias. "Una persona vio que vendían por bulto al feriero productos a $ 700, y ofreció $ 1.000 con tal de obtener un trato directo. Esas cosas generan una inflación directa", explicó Carrasco.
Finalmente, comentó que hoy son los negocios de barrio los que están "poniendo el pecho a las balas para acercar la mercadería a las mesas", especialmente para los casos de mayor vulnerabilidad, en los que se espera que la gente acuda a los negocios de cercanía para evitar las concentraciones de los supermercados.
Precios mayoristas
De acuerdo con los datos de la Unión Frutihortícola Argentina, mientras que la bolsa de papas se vendía a $ 380 al 12 de marzo, hoy se consigue por no menos de $ 550; la cebolla pasó de $ 280 a $ 620, la zanahoria de $ 600 a $ 620 y el camote de $ 160 a $ 180.
En el caso de los cítricos, el incremento es aún más evidente, y mientras que el limón en caja a mediados de mes se vendía por entre $ 550 y $ 580, hoy se consigue por no menos de $ 900. Los mismos valores se manejan en el caso de las naranjas.
Negocios de cercanía
Si bien se espera restringir la circulación de los consumidores en las calles apelando al negocio de barrio, tal y como explicó el presidente al iniciar la cuarentena, el miedo de la gente a no conseguir provisiones en un futuro generó un efecto adverso para los vendedores. Las largas filas en mayoristas evitaron, o complicaron, que los comerciantes que debían proveerse de mercaderías para la reventa pudieran hacerlo.
Así lo explicó Gustavo Suárez, titular de la Unión de Kiosqueros de la provincia, quien explicó que se le ha solicitado al Gobierno que disponga de un horario especial para que quienes "tienen CUIT (Código Único de Identificación Tributaria) que los habilita como comerciantes" puedan comprar en los mayoristas, para luego acercarle a los vecinos las mercaderías.
Más allá de las medidas, Suárez explicó que la circulación de la gente es casi nula, sobre todo en los negocios céntricos, y en los almacenes de barrio se suma el problema de que muchos repartidores dejaron de poder salir a las calles.
"Algunos prefirieron no abrir sus persianas. No saben como afrontar el pago de alquileres y servicios, con una caída en las ventas que llega al 70%", explicó.
El titular de la Unión que agrupa a kiosqueros y almaceneros en la provincia señaló que los más perjudicados son aquellos comerciantes que tenían sus negocios en las inmediaciones de colegios, facultades, y bancos, que hoy no tienen circulación de gente.
"La lista de precios no aumentó en marzo. En los mayoristas sí notamos algunas diferencias en productos de primera necesidad, si se comparan con los precios de febrero, pero para nosotros la rentabilidad es siempre la misma. Trabajamos sobre el costo y ganamos lo necesario para mantenernos a nosotros, nuestras familias, y el comercio abierto", cerró Suárez.
En el caso de las panaderías el panorama es similar. Así, según explicó Juan Pedro Carrillos, de la Asociación de Panaderos, la merma en las ventas llega al 70%, y aunque los precios se han mantenido igual y muchas familias no pueden evitar comprar pan, el cierre de bares, y las suspensión de fiestas, cumpleaños y otras reuniones sociales les costó una buena parte de sus ingresos.
"La gente sigue consumiendo pan, pero viene menos veces y nuestros principales clientes (restaurantes y confiterías) han cerrado. Estamos bastante complicados", lamentó el empresario.
Carrillos sumó un problema adicional y constante, que se nota más en estos casos, y es que se enfrentan a una informalidad superior al 40%. "Esos negocios están desvinculando gente, y ahora se ven las consecuencias de no haberlo sabido controlar", apuntó.
Así, mientras que el pan “en bolsas de segundo uso” (bolsas de harina que se reutilizan, o aquel que proviene de la clandestinidad y que es común ver en los negocios de barrio) puede venderse por hasta $ 60 el kilo, mientras que las panaderías están trabajando con precios de $ 90 a $ 110 por kilo, sin aumentos de precios, con aumentos en los costos y con una demanda en retroceso.